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viernes, 11 de junio de 2010

Entre El Destino y La Soledad: sentados a la mesa.



Entre gente va la multitud.

Entre ruidos van las palabras.

Entre silencios van los miedos.

Entre el Destino, va la Soledad.


La Soledad tiene muchos amigos, algunos enemigos y es feliz. Muy pocas veces comprendió la situación en la que vive. Alguna vez casi cayó en la cuenta de que todo a su alrededor no son más que espejos dentro de espejos que no dicen nada. Y aunque silenciosa no pasa desapercibida. Ella va entre la gente, entre los ruidos, entre las palabras, entre los miedos…

En días que son de ayer y que se viven hoy, pretendemos esquivarla. Aunque ella siempre nos toca la frente, recordándonos que está a nuestro lado.


Así fue que…

Entre Gente, la vi. Iban multitudes acompañadas por la Soledad. Nadie se reconocía. Ella, aunque siempre esquivada por los demás, los tocaba en los hombros, les tomaba de la mano, los ayudaba a cruzar la calle, los acompañaba hasta la casa de algún amigo, los invitaba a tomar algo en algún bar.


Entre Palabras, la encontré. Estaba ahí cuando hablábamos de proyectos futuros, cuando pretendíamos un mañana juntos, cuando nos referíamos al Otro –el Otro, siempre personaje de cuentos y de mis palabras-.

La Soledad –omnipresente- prefería no dar opiniones. Ella sabía que no iban a querer escucharla.


Entre los miedos (mis miedos), la sentí. Fue la primera vez en que se mostró tal cual es. Y en esa búsqueda por no “estar solos”, ella estaba ahí. Y no es que se resista a desaparecer. No puede, es complementaria a nosotros.

Es por esto, que entre El (mi) Destino, frecuentemente, se mezcla. Y así, entre los miedos a la Soledad, voy andando.


- No es que seas vos, Soledad… es que soy yo que no me encuentro. Tus palabras son distantes, le dije. Nos desencontramos aunque ahora estemos uno a lado del otro. Y me besas, y yo te beso. Y me abrazas, y yo te abrazo. Y me tocas, y yo te toco. Pero estamos separados y solos uno a lado del Otro.

No me confundo. Busco sentirme confundida para esquivartela.


Y es ese Otro que no se va, que no se piensa ir. Que se mezcla entre NosOtros pero que no logra ser parte. Y nos besa, y nos abraza y nos toca pero no está… “no existe más”.


- Extraños, alejados por/de entre la gente, le dije. Rebuscándonos, conformándonos con lo que fue y lo que pudo haber sido. Te miento, me mentís.


- Desconocidos… besándonos, mirándonos, tocándonos, hablándonos. Y la Soledad entre nuestros brazos, entre la gente, entre esa multitud, las (nuestras) palabras y los (mis) miedos. Revolcándonos entre lo que queda del ayer y entre lo que “armamos” para el adelante. Manoseando un Destino de Otros lados, para Otros lados, para algo que siempre está más allá, y que nunca es “un más acá”.



Adelante, pasen. Entre El destino y la Soledad, sentados a mi mesa a merendar.


Y NosOtros –siempre Otros- que nos tocamos, nos besamos, nos miramos… y no sentimos nada.


“…Otra vez me olvidé de cambiar los pañales del desastre de mi Soledad…”