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lunes, 23 de agosto de 2010

Veintitrés, diga usted veintitrés


Frecuento escaparme con la costumbre. Me suelo pegar a ella, sujetarla fuerte del brazo, pedirle que no me deje, que no se vaya lejos de mí, que no me abandone. De esta manera, nuevamente me encuentro con fechas conmemorativas hacia mí, que me vuelven a hablar de lo mismo, vendiéndome a mitad de precio proyectos para el futuro.

Otro año que no recuerdo. No se donde va siempre a parar mi memoria en estos días que corren –y jamás se detienen-. Aunque –como me susurra Galeano al oído-“no se necesita ser Sigmund Freud para saber que no hay alfombra que puede ocultar la basura de la memoria”. Y así me sincero:
Otro año en el que traicioné el atrás. Le di la espalda siempre, no me interesó. Siempre, siempre mentí. Te mentí. Me mentí - me mentiste-.
Otro año en el cual traicioné el adelante. Si, lo empujé ¡que se arrastre! –Pensaba- Ni se me cruzó por la cabeza ayudarlo. –Repetía- ¡Que se vaya, que deje de molestar! ¡Andate! No aparezcas más entre mis sueños, entre mis deseos, entre mi destino, entre mi ayer. Fingí interés/desinterés. Lo que quise, no puedo ser. Lo que no quise, me rodeó constantemente.
Me había condenado cuando dije que nunca mentía. Ahí se me cayó la careta. Todo era mentira. Vos, él, ella, nosotros, ellos, Yo.

Continúo siendo una experta en arruinar buenos momentos, en mezclarme con esa mala junta, la Costumbre, y esa otra que es una “cualquiera”, la Verdad, sin olvidarme de esa putita vestida de verde, la Esperanza. Todo ese grupete de resentidas con el Destino, un mismo amante que compartían desde siempre, y que no querían confesar que era menos que lo que esperaban –siempre esperando nada-.

Ahora, otro año en el que sigo mintiéndole a mis palabras. Veintitrés, diga usted veintitrés -me repito a mí misma para no perderme. Y entre estas numéricas palabras, se presentan algunos proyectos de futuro que me aseguran que no podemos continuar forzando situaciones, porque no es que las forzamos a ellas -tan elegantes y bien vestidas- sino que nos forzamos a nosotros y nos cansamos sobre la marcha y nos olvidamos de lo que fuimos, de lo que dijimos, de lo que esperábamos ser, de lo que fingimos ser, de para qué habíamos forzado situaciones. ¿De que estábamos hablando?
¡Y cuánto fingimos! ¡Y cuántas máscaras detrás de más/más/caras pretendíamos usar!

Pero entre sencillos gustos no puedo alejarme de lo que un día fui. Y aunque Dolina insista en que “las puertas cerradas sean iguales en todas partes”, yo continúo frente a la misma puerta cerrada de siempre. Confieso. Todo el tiempo hablé de vos. Eso necesito decir ahora. Cada palabra, cada mañana, cada intento de placer, cada ida sin vuelta; hablé de vos, pensé en vos. Ya no estás, y vamos a continuar estando siempre in/dispuestos, siempre mal/puestos.
Y me sigue costando horrores poder mirarte a los ojos sin perderme, sin perderme dentro tuyo. Y caí otra vez, y me la busque otra vez. Y no dije, como siempre, no dije nada. No pude decir nada. Vos tampoco querías que diga nada.
Mi consuelo a los golpes en puertas cerradas es lo que alguna vez rasguñe en un escrito de García Márquez que deliraba: “Mi única explicación es que así como los hechos reales se olvidan, también algunos que nunca fueron pueden estar en los recuerdos como sí hubieran sido.” Entonces, mi excusa es que todo siga siendo otra mentira más que inventé –porque los hechos que si fueron, siempre quise olvidarlos, ocultarlos bajo la alfombra de la memoria-

Es así que mi pregunta (que empuja hacia delante) para hacerle frente a este muy listo nuevo año y que se resiste a comenzar por falta de costumbre ¿no estaba ésta a mi lado? …
…Disculpen, es que tengo una pregunta ¿cómo sacarnos todas esas piedras de los zapatos?; ¿O deberíamos lidiar con ellas?
Trago lo último que me queda del año que se me pasó entre olvidos y simulacros, y sigo caminado aunque se me destruyen los pies.
Costumbres, nuevos modos…
Obligaciones, viejos modos…
Y en palabras que tomo prestado, éstas me dicen:
- “No debes inquietarte porque aún no existan, pues eso no significa que no existirán”. No se si éstas palabras me hablaban de piedras, de mentiras, de deseos, o continuaban nombrándote sin parar.
Yo por las dudas y para no perderme continúo… “Veintitrés, diga usted, veintitrés.”

18 de agosto de 2010
Posadas, Misiones.