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domingo, 10 de febrero de 2013

Somos meros documentos de Word. Pero somos.



Me detengo –siempre estoy en el mismo lugar- necesito escribir la farsa actual entre vos y yo. Somos farsa. Pero somos. Soy lo que vos me dejas ser, y vos siempre podés ser más de lo que pensas que sos.
Es mentira la verdad y existió en cada momento,  en cada lugar, en cada espacio que transitamos. Es mentira la verdad y existió porque solamente así todo se volvía realidad entre nosotros.
Cuando te escribo nos  podemos encontrar en cualquier lugar: eso es lo de menos. Lo que importa es el deseo de encontrarnos porque a partir de ahí todo queda en manos del destino (me gusta delegarle obligaciones). El sí que quiere y se empecina en juntarnos entre tanto barullo, entre tanta ciudad vacía y rellenada de a pocos y de a nada.

Me gustas porque nuestros besos son siempre los últimos.
Me gustas porque hago puntitas de pie para alcanzarlos.
Me gustas por cómo tus brazos me rodean.
Me gustas porque me empecino en encontrarte y me entretiene buscarte.
Me gustas por lo poco que se de vos y lo que te conozco.
Me gustas por lo eternamente inocente de nuestros proyectos ¿son míos?
Me gustas por la forma en que no compartís lo que creo que es la verdad.
Me gustas aunque ahora somos meros documentos de Word. Pero somos.

Es el deseo el que me trajo hasta acá. El me moviliza. Sin él no somos nada. El deseo me lleva hasta tu lectura, hasta los versos de otros para decirte lo que no puede ser pero es. Entre tus ojos descubro palabras que me acercan -que nos acercan- como mezquinas gotas de ilusiones, de pasiones, de deseos, de cosas que verdaderamente no se. Todo es mezquino: como vos y yo al dar amor.

Pienso en resúmenes, así vivimos. Resumimos para acordarnos, y así es que vivimos en el otro y vos podes vivir en mí. Y no iba a volver a suceder. Las pequeñas cosas que logran ser grandes deseos nos encandilan si nos miramos a los ojos. Y pareciera que no existiera nada más porque lo nuestro se vuelve eterno cuando me resigno a no dejarte ir en mis palabras.
Los pasillos de la vida se hacen rogar para encontrarnos: nos esquivan, nos zarandean, nos olvidan solamente para que no caigamos que en la mañana siguiente ya seremos los mismos.
Sabelo, sólo escribimos (y somos) fragmentos en documentos de Word

viernes, 1 de febrero de 2013

Algunas canciones y cuentas de amores



Me había pasado el tiempo haciendo pura cuentas de amores que no te enamoran (siempre podemos restar para sumar). En este tiempo solías decirme que me amabas cada vez que me odiabas. Y cuando empezabas a odiarme en serio, sabías que pronto nos olvidaríamos. Al hacer estos recuentos me había olvidado de decirte tantas cosas, así como se me pasó olvidarte (por mi propia conveniencia) se me pasó decirte todas esas cosas que ninguno de los dos quiere oír. ¿Qué esperan? No las pensaba decir en esta oportunidad.

Te sigo observando atravesando con veloces pasos mi cuerpo, mi alma, mi aliento, mi egoísmo, mis tontas palabras, mis años. Y yo te atravesé por completo al ser presencia en cada momento de tu esmero en olvidarme (que tan bien te sale). No lo íbamos a saber hasta tiempo después de todo: lo nuestro era más que lo que podemos sumar y restar con nuestros dedos y manos. Y aunque ellos no crucen las plazas juntas, se entienden, se reconocen, aunque jamás se hayan juntado.

Y pronunciaba carcajadas cada vez que su aliento me rozaba los dientes. Nunca había sufrido de eso que llaman cosquillas hasta que descubrí que él se concentraba tanto que me despertaba el deseo de saber qué tan concentrado estaba y cómo podía hacer para que se perdiera y cayera distraído ante mi afán por esquivar esos momentos.

Te desafíe. Te escribí esas canciones sin nombre que nos dedicamos cada vez que quisimos olvidarnos. Y yo estaba en cada paso, en cada construcción (al menos en el intento de no estar).  Las canciones fueron nuestras posibilidades de encontrarnos: las posibilidades del amor y del deseo se resumían y se extendían en aquellas letras. Pero en estos finales, tenía que confesarlo: las canciones habían sido tantas que poco a poco fueron perdiendo sus versos, sus melodías, luego sus colores y al fin sus sabores para solamente hablar de nosotros. Y habían perdido todo lo que les pertenecían y nos entregaron el tiempo para nuestra historia. 

Y jamás se te iba a ocurrir, pero cada noche nos acostábamos suspirando por lo que fue y por lo que pudo haber sido. Lo que fue me lleva hasta vos, lo que pudo haber sido, me marea entre todo lo que decís.