…Los que están libres de culpas que ni se molesten en leer estas líneas…
La verdad me cuesta entender estas cuestiones del hacer, del decir, del errar. No entiendo cómo es posible que los DeMás se equivoquen tan seguido.
Parada en un pedestal, me encanta señalar a los demás por equivocarse. Sí, me encanta hacerlo. No pretendo comprender al Otro sino que me fascina verlo revolcarse en el barro, revolcarse en su mediocridad, en su inseguridad. Me divierte decir que el Otro no sabe hacer y que siempre termina haciendo mal las cosas. Me entretengo viendo sus errores - Errores que yo no cometí porque me quedé esperando que el Otro hablara/pensara/sintiera/se equivocara por mí-
Comencé creyendo –sí creyendo, aunque se que no solemos creer en nada- , entonces creí que esperar era lo correcto… Esperar por vos; esperar por un momento adecuado; esperar por una sensación que nunca llegaba; pero fundamentalmente esperar por mí. Cuando considerara en mí hacer un momento oportuno.
Pero no. Siempre los momentos que elegimos son los incorrectos.
Y ahí, nuevamente te encontré a vos, dedito acusador. Y estabas diciéndome/insinuándome/obligándome a entender cual era el verdadero momento –que siempre ya había pasado- que vos lo sabías muy bien y que ahora me lo estabas señalando.
Opté, y me safé. Mejor me olvido de lo que no puede ser pero ¿es porque vos “dedo acusador” lo decide por mí?
La verdad que nos encanta/nos calienta revolcarnos en los mocos ajenos.
La verdad que nos encanta/nos calienta ser Pajeros estando conectados.
Y me volví. Me quedé en Soledad desde siempre pero estabas vos a lado mío: nos encontramos solos aún uno a lado del otro, pese a que uno manoseaba al Otro, pese a que nos encanta sentirnos tan bien porque no hacemos nada. Es más fácil estar desconectados del hacer: así el que se equivoca es el Otro, el que dice es el Otro, el que hace mal es el Otro.
Yo no arriesgo, nada pierdo y eso lo sabés muy bien ¿no?
Y seguimos tan solos como cuando empezamos: con el celular en la mano, con un saludo en cada esquina, con unas frases hechas y rebuscadas para que los Otros vean mi (in) felicidad, pero siempre sin hacer ni mucho y menos arriesgar nada.
Suele suceder…
Uno – más Uno y menos Uno- que no pretende sentir también se hace mierda.
Uno – más Uno y menos Uno- que no pretende ser también se desborona cuando el dedo acusador te toca debajo de la pollera.
Uno – más Uno y menos Uno- que siempre se equivoca no entiende porque tanta pasión sin sentidos.
Uno – más Uno y menos Uno- que tanto (di) siente no pretende involucrarse más de la cuenta. Me voy, debo hacer varios cálculos.
Es por eso que mido hasta donde me conviene llegar. Y vos estás ahí, dejando comentarios y esperando consejos de personas como vos –que no hacen pero tienen la experiencia de la experiencia de Otros que los habilita para sacar del bolsillo su dedo acusador- gente como vos que no arriesgan, nunca pierden y que saben “de todo” pero siempre es más que nada.
Es por eso que voy metiendo el dedo para no perder la costumbre.
¡No vaya a ser que Otro nos gane de mano!
¡No vaya a ser que Otro nos señale con su dedo acusador, pajero, desconectado y con coronita de experiencias de Otros…!
La verdad me cuesta entender estas cuestiones del hacer, del decir, del errar. No entiendo cómo es posible que los DeMás se equivoquen tan seguido.
Parada en un pedestal, me encanta señalar a los demás por equivocarse. Sí, me encanta hacerlo. No pretendo comprender al Otro sino que me fascina verlo revolcarse en el barro, revolcarse en su mediocridad, en su inseguridad. Me divierte decir que el Otro no sabe hacer y que siempre termina haciendo mal las cosas. Me entretengo viendo sus errores - Errores que yo no cometí porque me quedé esperando que el Otro hablara/pensara/sintiera/se equivocara por mí-
Comencé creyendo –sí creyendo, aunque se que no solemos creer en nada- , entonces creí que esperar era lo correcto… Esperar por vos; esperar por un momento adecuado; esperar por una sensación que nunca llegaba; pero fundamentalmente esperar por mí. Cuando considerara en mí hacer un momento oportuno.
Pero no. Siempre los momentos que elegimos son los incorrectos.
Y ahí, nuevamente te encontré a vos, dedito acusador. Y estabas diciéndome/insinuándome/obligándome a entender cual era el verdadero momento –que siempre ya había pasado- que vos lo sabías muy bien y que ahora me lo estabas señalando.
Opté, y me safé. Mejor me olvido de lo que no puede ser pero ¿es porque vos “dedo acusador” lo decide por mí?
La verdad que nos encanta/nos calienta revolcarnos en los mocos ajenos.
La verdad que nos encanta/nos calienta ser Pajeros estando conectados.
Y me volví. Me quedé en Soledad desde siempre pero estabas vos a lado mío: nos encontramos solos aún uno a lado del otro, pese a que uno manoseaba al Otro, pese a que nos encanta sentirnos tan bien porque no hacemos nada. Es más fácil estar desconectados del hacer: así el que se equivoca es el Otro, el que dice es el Otro, el que hace mal es el Otro.
Yo no arriesgo, nada pierdo y eso lo sabés muy bien ¿no?
Y seguimos tan solos como cuando empezamos: con el celular en la mano, con un saludo en cada esquina, con unas frases hechas y rebuscadas para que los Otros vean mi (in) felicidad, pero siempre sin hacer ni mucho y menos arriesgar nada.
Suele suceder…
Uno – más Uno y menos Uno- que no pretende sentir también se hace mierda.
Uno – más Uno y menos Uno- que no pretende ser también se desborona cuando el dedo acusador te toca debajo de la pollera.
Uno – más Uno y menos Uno- que siempre se equivoca no entiende porque tanta pasión sin sentidos.
Uno – más Uno y menos Uno- que tanto (di) siente no pretende involucrarse más de la cuenta. Me voy, debo hacer varios cálculos.
Es por eso que mido hasta donde me conviene llegar. Y vos estás ahí, dejando comentarios y esperando consejos de personas como vos –que no hacen pero tienen la experiencia de la experiencia de Otros que los habilita para sacar del bolsillo su dedo acusador- gente como vos que no arriesgan, nunca pierden y que saben “de todo” pero siempre es más que nada.
Es por eso que voy metiendo el dedo para no perder la costumbre.
¡No vaya a ser que Otro nos gane de mano!
¡No vaya a ser que Otro nos señale con su dedo acusador, pajero, desconectado y con coronita de experiencias de Otros…!