Entre
paréntesis te encontré.
Abro
paréntesis (todo lo que está dentro nos pertenece)
Cierro
paréntesis.
¿Punto
final?..... ¿Punto final?
Lo
que me costaba asimilar era todo lo que quedaba fuera de ese entre paréntesis.
Me
pierdo en lo que fue de ti. Ahí adentro estaba, pegándote piñas en la panza,
cerca del pecho, en la cabeza. Quería salir, me había cansado de jugar siempre
dentro tuyo, siempre adentro apretujada entre tu pasado y tu presente.
Me
llama lo que fue de mí. No me apresuré en atender teléfono. No tenía muchas
ganas de contestar a las mismas dudas, fantasías y todo lo que no fue del ayer.
Sabía que me esperaban siempre los mismos reproches por todo lo que no hice,
por todo lo no dije.
Pero atendí y estabas del otro lado, no decías
nada. Solo se escuchaba tu respiración atravesada por los humos del pucho que
tragabas y devolvías. Respirabas del otro lado y yo podía sentir tu perfume, yo
podías sentir que me respirabas en el hombro y yo me perdía otra vez. Y yo
volvía a mentir. Y yo volvía a perderte. Y yo volvía a perderme (sigo aún acá)
Cuelgo.
Me alejo hasta del teléfono. Por las dudas. Tengo que hacerlo (para verte de
lejos –como siempre estuviste-. Para verme mejor –cada vez más ida, cada vez
menos yo de nuevo- Y para vernos mejor, tan distintos, tan nada que ver, tan
desubicados- como para no perder la costumbre)
Y
cuando me alejo, me vuelvo a encontrar frente al texto. Un texto. Unos textos
que tanto miedo y vértigo me dan.
Es
para no encontrarte, es para no encontrarnos, es para no perdernos.
Escucho
que vuelve a llamar el teléfono.
La
memoria se niega a contestar.
Escucho
que suena el teléfono, una, dos, tres veces.
No
contesto, prefiero irte a buscar.