Y
vamos contando y re-contando pedazos de años tirados en el suelo. Arrojados por
el piso tal cual esos años que se van para atrás y que se esconden en la última
fila o detrás de los más altos para no salir en las fotos.
Y
absolutamente nada era como lo pensábamos y eso nos gustaba.
Nos
encantaba pensarnos en los años perdidos, en los años contados, en los años
bien-venidos. Así es que llegamos a cuartos de siglos con valijas siempre a
medio armar porque siempre nos estábamos yendo un poco.
Pero
nos vamos –siempre hacia algún lugar- para contar (nos) otros cuentos, los
mismos cuentos, no para escapar porque eso es para cobardes y hace rato que ya
nos habíamos bajado de ese colectivo.
Y
decimos que siempre nos estamos yendo, solamente un poco. Para no ser tan
bruscos y para no caernos dormidos en lo que fuimos.
Seguimos
dando vueltas, volviendo, partiendo, empezando, arrastrando, arañando. Y me
había costado seguramente más de una década del cuarto de siglo que llevo
ganado darme cuenta no que sólo siempre estamos solos (eso ya lo sabía desde
hace mucho) sino que si siempre estamos solos, todos tenemos esa característica
a cuestas. Así es que compartimos esa soledad, y al final de todas las cuentas
que podamos hacer, estamos siempre acompañados en esta/s soledad/es.
Siempre
fuimos más que dos entre toda la gente. Nos merecemos contarnos y darles
espacio a otros actores que se aparecen entre frazadas de dichas y no
dichos. Y por ahí es que fuimos llevando
algo de nuestra/s historia/s así como un enamorado arrastra su frazada por el
que posee su corazón y me encontré con vos- que deberían ser vo(s)ces, siempre
en plural:
Vos:
Te pienso entre todas esas canciones que ya no tienen artista, ni trak sino que
solamente hablan de nosotros, de esos momentos que fuimos armando en historias
nuestras, pasadas de tiempos, falta de oportunidades. Pero el reloj no sigue
corriendo entre los dos. Pero atención: si para cada uno de nosotros. Nos
aburrimos, nos cansamos, nos bardemos, nos olvidamos, nos recordamos todos los
días pensando lo que no fue y lo que no va a ser nunca. Pero esto no era ningún
tipo de novedad. Lo sabíamos desde el principio de todo. Esto no era nada. Me
retracto: no era historia, solo eran esfuerzos de orgullo derrochados hacia el
otro por el mero narcisismo nuestro de cada día. Nos fuimos olvidando cada vez con
nuestras defensas bajaban.
Vos:
Y habían sido otros versos, otros días, otros tiempos, otras gentes. Y con los
dedos no llegamos a contar lo que fuimos, lo que no somos y lo que mañana vamos
a hacer. Y tu presencia en mis días solo será sonrisa. Y tus ojos serán solo luz.
Vos:
Y es el poder compartir con el otro. El no necesitar encontrarse porque ya nos
hemos cruzado y con eso ya está dicho. No necesito perderme más porque llenas
mis días de dichas, de alegrías, de amor. Volcás a mis pasos grandeza que pocas
veces se encuentran por estos caminos, y no existe nada más que decir porque
siempre pensé que el cotidiano es el que nos define como dignos de amor.
Y
lustrando cinco lustros nos seguíamos escapando para no ser nosotros mismos,
para no perder la cabeza en las plazas, para no olvidarnos de las ganas.
Y
lustrando cinco lustros pensábamos que si los amores para toda la vida duran
determinado lapso en el tiempo, ¿cuántos amores para toda la vida nos faltarán
por contar?
Y
lustrando cinco lustros creíamos que en estos días lo que quedan son las
palabras, con eso más que nos sobran los motivos para olvidarnos.
Y lustrando cinco lustros nos
habíamos perdido entre tanta cháchara del destino. Nos habíamos ido a bailar
con nuestras sombras para no pisarnos los pasos...
Y lustrando cinco lustros
reconocimos que si hemos caido, nos ha dolido, quería decir que hemos sentido y
eso era vivir.
Y lustrando cinco lustros no nos
habíamos arrepentido de nada, solamente de aquellos momentos en que encandilados
por la vanidad, habíamos pretendido solamente recordar lo contado, no lo
logrado.