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viernes, 24 de agosto de 2012

Cinco lustros lustré



Y vamos contando y re-contando pedazos de años tirados en el suelo. Arrojados por el piso tal cual esos años que se van para atrás y que se esconden en la última fila o detrás de los más altos para no salir en las fotos.

Y absolutamente nada era como lo pensábamos y eso nos gustaba.
Nos encantaba pensarnos en los años perdidos, en los años contados, en los años bien-venidos. Así es que llegamos a cuartos de siglos con valijas siempre a medio armar porque siempre nos estábamos yendo un poco.
Pero nos vamos –siempre hacia algún lugar- para contar (nos) otros cuentos, los mismos cuentos, no para escapar porque eso es para cobardes y hace rato que ya nos habíamos bajado de ese colectivo.
Y decimos que siempre nos estamos yendo, solamente un poco. Para no ser tan bruscos y para no caernos dormidos en lo que fuimos.

Seguimos dando vueltas, volviendo, partiendo, empezando, arrastrando, arañando. Y me había costado seguramente más de una década del cuarto de siglo que llevo ganado darme cuenta no que sólo siempre estamos solos (eso ya lo sabía desde hace mucho) sino que si siempre estamos solos, todos tenemos esa característica a cuestas. Así es que compartimos esa soledad, y al final de todas las cuentas que podamos hacer, estamos siempre acompañados en esta/s soledad/es.

Siempre fuimos más que dos entre toda la gente. Nos merecemos contarnos y darles espacio a otros actores que se aparecen entre frazadas de dichas y no dichos.  Y por ahí es que fuimos llevando algo de nuestra/s historia/s así como un enamorado arrastra su frazada por el que posee su corazón y me encontré con vos- que deberían ser vo(s)ces, siempre en plural:

Vos: Te pienso entre todas esas canciones que ya no tienen artista, ni trak sino que solamente hablan de nosotros, de esos momentos que fuimos armando en historias nuestras, pasadas de tiempos, falta de oportunidades. Pero el reloj no sigue corriendo entre los dos. Pero atención: si para cada uno de nosotros. Nos aburrimos, nos cansamos, nos bardemos, nos olvidamos, nos recordamos todos los días pensando lo que no fue y lo que no va a ser nunca. Pero esto no era ningún tipo de novedad. Lo sabíamos desde el principio de todo. Esto no era nada. Me retracto: no era historia, solo eran esfuerzos de orgullo derrochados hacia el otro por el mero narcisismo nuestro de cada día. Nos fuimos olvidando cada vez con nuestras defensas bajaban.  

Vos: Y habían sido otros versos, otros días, otros tiempos, otras gentes. Y con los dedos no llegamos a contar lo que fuimos, lo que no somos y lo que mañana vamos a hacer. Y tu presencia en mis días solo será sonrisa. Y tus ojos serán solo luz.

Vos: Y es el poder compartir con el otro. El no necesitar encontrarse porque ya nos hemos cruzado y con eso ya está dicho. No necesito perderme más porque llenas mis días de dichas, de alegrías, de amor. Volcás a mis pasos grandeza que pocas veces se encuentran por estos caminos, y no existe nada más que decir porque siempre pensé que el cotidiano es el que nos define como dignos de amor.

Y lustrando cinco lustros nos seguíamos escapando para no ser nosotros mismos, para no perder la cabeza en las plazas, para no olvidarnos de las ganas.

Y lustrando cinco lustros pensábamos que si los amores para toda la vida duran determinado lapso en el tiempo, ¿cuántos amores para toda la vida nos faltarán por contar?

Y lustrando cinco lustros creíamos que en estos días lo que quedan son las palabras, con eso más que nos sobran los motivos para olvidarnos.

Y lustrando cinco lustros nos habíamos perdido entre tanta cháchara del destino. Nos habíamos ido a bailar con nuestras sombras para no pisarnos los pasos...

Y lustrando cinco lustros reconocimos que si hemos caido, nos ha dolido, quería decir que hemos sentido y eso era vivir.

Y lustrando cinco lustros no nos habíamos arrepentido de nada, solamente de aquellos momentos en que encandilados por la vanidad, habíamos pretendido solamente recordar lo contado, no lo logrado.