Ella dice: No se porqué corrió por ella. No se
porque tenía que hacer todo lo que políticamente se supone correcto. No entendí
porque al final se casaron si no se querían. Se hubiera ido con la primera mina
estándar que se cruce. Justo se cruzó con la incorrecta. Entonces se casaron.
¿Quién de los dos tiene las cosas demasiado claras?
O sería ¿quién las tiene más oscuras? ¿Quién
de los dos es más propenso a la caída, al bloqueo, al quiebre, a la duda, al
insomnio, a las siestas frustradas, a las noches atadas?
Vos y él. Ella y ella. Él y él. Nosotros (que no
tenemos ni modos de definirnos: uniformes, oscuros, ocultos, egoístas,
hipócritas, deseosos de terminar)
Vivimos entre inestabilidades. Me mareas entre
inestabilidades.
Cruzo las piernas para pensarte. Me recojo el
cabello para olvidarte. Escucho tus canciones para escribirte. Vas a mis
ghettos para acercarte.
Manejo la situación, me alejo. Apareces entre mis
versos. Te busco en otros lados. Te hablo pero me escuchan otros. Me escucha
otro. Vos ni siquiera te gastas en hablarme, preferís considerar mi eterno
manejo de cualquier ser. Prefiero esconderme detrás de esos versos.
“Solo me iré con vos si me escribís una canción que
hablé de mi. De cómo robé tu amor.”
Sigo escuchando tus canciones para pasar de las
ideas a las manos, a una caricia debajo de las sábanas de las palabras. Sigo
entre el deseo que nos mueve y nos ata en estos días. Nuestro deseo nos
encuentra cada lunes, cada martes, cada jueves. Nuestro deseo nos entretiene
deseando a otros, nos deja en el aliento que nos debemos.
Me pierde en la postura el deseo, me hace terminar
en las estructuras. Y es el deseo por el deseo mismo. El de encontrarnos a
nosotros en los besos de otros, en las manos de otros, en su piel. Nosotros
entre sus piernas.
Nos movemos en otros paradigmas. Antagónicos. Y es
por eso que nos contamos otras historias y entendemos siempre distintos los
finales, las tramas, los inicios. Y nos gusta pensarlos al revés, así tal cual como
son. Porque el presente, los inicios siempre son los últimos, los más alejados
del sentir.
Vos me escuchas, me acompañas en mi soledad. No
entendés lo que digo. Eso no importa. Hace mucho no queríamos escuchar nada.
En la película, el que había corrido atrás de ella,
luego la despacha en un taxi. ¿Para eso corrimos? ¿Para eso?
Ella me dice: Y para que sepas se casaron porque se
querían. Y para que sepas corrió hasta allá porque se querían.
¿Seguimos siendo los restos mal comidos, mal
cogidos? Seguimos siendo meros restos porque los restos no entienden de
cantidad y calidades. No pasan este tipo de testeos.
Y te sigo pensando atravesado entre mis otros.
Voy a dejar de lado el deseo cuando no te encuentre
más en mis discursos. Cuando no seas el destinatario de mis palabras. Cuando
deje de medir con varas de soledades ajenas. Cuando deje de correr el deseo de
lugar.