Me abstengo a
las recurrentes quejas y críticas dirigidas a los que solemos hacer memorables
los finales de años. Son momentos en los que podemos compartir una especie de
“resumen de memoria”, como me gusta decir, de lo que hemos sido durante un
pequeño lapso del tiempo. Por supuesto que pretendemos recordar las cosas como
han sido, pero más nos encanta traerlas a escena de modo que queden mejor en
nuestros discursos. Discúlpenme, entonces, mi selectiva falta de memoria. Así
es que creo que la necesidad de decirte que estás, es tan necesaria en tiempos
de redundancias de finales de año, de ciclos, de idas y vueltas, en tiempos
donde decimos poco no por falta de palabras, sino por falta de memorias que nos
justifican tantas veces los descuidos.
Y recuerdo, hago
un esfuerzo, me gustaría comenzar con alguna frase pomposa –de citas que nunca
cito- con las que me encontré este año. Reciclo cosas de ayer. Capaz este texto
ni siquiera sea de mi autoría, por supuesto, como una caradurez mía hacía todo
lo que somos a partir de los otros.
Me suele pasar
en estos años que uno nuevo me encuentra entreverada con el anterior,
acarreando esos mismos libros, historias de ayer, mi mochila de siempre a medio
armar. Pero no me hago mucho drama, es que estoy segura que las distinciones de
un año hacia el otro son meros acuerdos formales para que no nos perdamos en
los tiempos, para que nos sirvan de mapas guías. Porque de lo que estoy segura
que un cambio de año nada tiene que ver con cambios tajantes, idas al gimnasio
(pago por año adelantado), nuevas dietas alimenticias y de otros amores. Es que
vamos siendo lo que somos cada día, porque ya mañana quizás me olvide. Y es así
que nos encontramos entreverados, vos y yo, en los años y en la vida – y seguramente
en todo eso que vendrá. Y es por esto que estoy cada vez más confiada en que
los límites y las fronteras son más costosos de distinguir, de (sobre) vivir.
En (su) fin (al),
el 2013 es otro año para recordar, que nos ha posibilitado, sobre todo,
proyecciones, un empujón para adelante, que implica un mayor compromiso con
nosotros mismos porque todo está siendo en el proceso. Proyectamos ¿ahora
comenzamos?
Un año en el que
sume eternamente felicidades, que no me alcanzan con los dedos de la mano ni
los centímetros del corazón para contarlas, que se me ensanchó de pura
felicidad para siempre.
Un año en el que
me (re) encontré con personas profundamente solidarias, comprensivas. Un año en
el que pudimos volver hacia lo más sencillo y abarcador, hacia el disfrute del
encuentro con el otro. Un año en que nos encontró cada momento que quisimos.
Porque habíamos descubierto que los encuentros con el otro eran
autogestionados, y nada tenían que ver con eventos creados en redes sociales, sino
con el deseo de vernos en los ojos del otro. Un año en que me mostró lo
maravilloso de habernos encontrado. Eso era lo que a mi me gustaba llamarle
destino.
Un año en el que
por primera vez – y por suerte, solamente por unos momentos- le vi la cara al
miedo. Y no nos queremos volver a cruzar nunca más. No le caí para nada bien.
Yo ya lo olvidé.
Un año en que me
golpeó el darme cuenta que la crítica constante no es revisionista y que tantas
veces carece de buenas intensiones. Definitivamente, no sirve, no construye y
no dignifica. Sigo pensando en que debemos quitarnos la armadura desde la cual
señalamos todo, bajar un cambio, relajarse, que el otro que tanto criticás también
tiene tu mismo derecho a seguir andando
Un año en que me
demostró que debemos continuar con la vigilancia a los que todo el tiempo ven
los vasos medios vacíos ¿Acaso no se toman unos días, unos vasos?
Un año en que me
encontré con que las decisiones que hemos tomado nos han colocado en este lugar
y que ese lugar es uno entre tantos otros donde podemos estar, si es que
seguimos en la búsqueda.
Otro año en que
destaco y celebro el tiempo del otro-de vos- al dedicarle a mis líneas.
Y me fui dando
cuenta que el cambio de los años tiene una gran importancia, son rituales
necesarios para no perdernos. Pero sin embargo, cada vez desconfío más en la
responsabilidad que le damos a los cambios de almanaques como cambios de vida
de un tirón de papel ilustrado con olor a nuevo.
Un año en que
caí en la cuenta de lo perdidos que estamos cuando el amor por el otro nos deja
de incomodar. ¿Dónde estamos parados, para donde vamos? Pero fundamentalmente,
¿qué hemos sentido verdaderamente?
Y los teléfonos
no paran de sonar, los mails llegan por decenas, nos etiquetan en fotos de ayer
que pareciera que ya no somos. Nunca pensé que una etiqueta tendría tanto
valor. Sí, esas etiquetas que encierran en cuadraditos nuestros rostros ¿será
que estas etiquetas sí están libres de preconceptos? Y nos desbordamos de
solicitudes de amistad ¿desde cuándo ser amigos se corresponde con una
notificación –aceptar, eliminar, decidir más tarde? En tiempos donde todo
pareciera que debe ser notificado, avisado, alarmado ¿alarmante? Yo te invito a
encontrarnos en cualquier lugar.
2013 te me vas a
medio armar pero repleto, cargado de sueños, amores y felicidad.
¡Bienvenido
2014! Por un año en que no debamos justificar una y otra vez porque estamos
acá, que lo puedan ver en nuestros ojos, nuestras acciones, nuestro andar. 2014
¿nos damos tiempo o vivimos en encrucijadas?
¡Amigos,
excelente nuevo año!