- “No serás luz ni destellos, serás vos en mí para siempre”, pensé.
Las dificultades están ahí, bien atentas a nuestros descuidos cotidianos. ¿Cuánto arriesgamos por estar bien? Nos hace mal enfrentarnos, ponernos cara a cara con nuestros defectos y bancarnos por un instante. Nos cuesta poder dar algo que nos dijeron que costaba mucho. Quizás estemos perdiendo demasiado, es decir, quizás estemos perdiéndonos nosotros mismos.
Aún no debemos salir. Todavía el Sol no dejó de pegarnos en la cara aunque haya pasado la medianoche. Porque cuando tuvimos esa “Gran Oportunidad Gran” de mover, decir, perdonar, dejar; no lo hicimos aún completamente concientes de ello.
- “Salgamos esta noche, no podemos quedarnos en casa. Se que nos van a estar esperando”, había dicho.
Los caminos suelen unirnos, y los destinos suelen lastimarnos a todos alguna vez. ¡Qué más damos! Llega el momento de saludar y despedirse para siempre. Seguirás dando las mismas vueltas por la ciudad, joven y a la moda, con altos zapatos de duendes y el cabello planchado.
Te pude ver tomando un “Cuba Libre” con el Destino. Me dijiste por última vez que sí, que había esos puntos en la vida en los cuales decidimos no levantarnos más con la resaca atravesándonos la conciencia y el corazón. La idea fue registrada, era nuestra.
¡Y vos ahora en un bar con el Destino! Ambos riéndose a carcajadas de la verdad, que era después de todo, una cualquiera. Ahí fue que se desvirtuaron estos Destinos pasados de copas.
Buscamos el momento para sentirnos mal, eso nos haría sentirnos mejor muy pronto. Te pensé otra vez entre la gente de esta siempre mezquina ciudad. Ahí, en los lugares donde solíamos estar pero esta vez con recuerdos que llegaban justo cuando ya habían pasado de moda.
A vos… Por todo y por siempre… Para no variar, llegamos tarde, lo sabes muy bien.