Sacas algo de entre las palabras, casi siempre de entre las mías.
A los restos de madera se suele llamar “viruta”… Eso sos hoy para mis palabras, restos de ellas, en formas dispares pero ricas en la materia de lo que fueron porque en esencia son las mismas palabras en versiones diferentes (para mí, encantadoras versiones), y ahora con distintas texturas, formas, sentidos opuestos pero siempre paralelos de lo que fueron ayer.
Lo encantador es que esas nuevas palabras (restos de las de ayer) nunca se confunden con lo que fueron. Saben de presentes, pretéritos y futuros -más que inciertos- poco ciertos.
Al mismo tiempo, en ese mismo tiempo ya usado, sos presencia virtual que logra sacar a esa “viruta” de mis frases. Van más allá al recordarte porque es tu recuerdo el que les abre las puertas a nuevas posibilidades para su poder-ser.
Tu virtualidad no necesita más que un segundo para empezar a hablar, para empezar a hablarme. No necesita de protocolos y ritos de iniciación para soltarse, para soltarme. Ella me habla constantemente aunque vos no hables, y ella nunca escucha, sólo necesita ser escuchada, que la escuche. Pero es su egoísmo lo que la hace particular, lo que la hace capaz de ser tan especial en mis discursos recortados de tu virtualidad. Y aunque esquivas, indirectamente me hablan de vos. Recurren a tu presencia, casi nunca real, para explicar situaciones, sentidos, formas, que si bien no tienen nada que ver con vos, te recurren para nacer, te necesitan para salirse hacia el Sol. Hasta llegan a cambiar sin ser juzgadas, todo gracias a tu virtualidad de encanto.
Lo que no es, no siempre está ausente en lo que hacemos.
Lo que no encontramos, no necesariamente ya no existe más, en algún lugar.
Confundirnos no precisamente quiere decir que no sabemos.
Y encontrarte en las palabras me dice más de lo que sos, y menos de lo que no puede ser.
Presidente Avellaneda
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*"Nada hay dentro de la Nación superior a la
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Hace 1 semana