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jueves, 16 de octubre de 2008

De lo que no está surge lo que puede ser

Sacas algo de entre las palabras, casi siempre de entre las mías.
A los restos de madera se suele llamar “viruta”… Eso sos hoy para mis palabras, restos de ellas, en formas dispares pero ricas en la materia de lo que fueron porque en esencia son las mismas palabras en versiones diferentes (para mí, encantadoras versiones), y ahora con distintas texturas, formas, sentidos opuestos pero siempre paralelos de lo que fueron ayer.
Lo encantador es que esas nuevas palabras (restos de las de ayer) nunca se confunden con lo que fueron. Saben de presentes, pretéritos y futuros -más que inciertos- poco ciertos.
Al mismo tiempo, en ese mismo tiempo ya usado, sos presencia virtual que logra sacar a esa “viruta” de mis frases. Van más allá al recordarte porque es tu recuerdo el que les abre las puertas a nuevas posibilidades para su poder-ser.
Tu virtualidad no necesita más que un segundo para empezar a hablar, para empezar a hablarme. No necesita de protocolos y ritos de iniciación para soltarse, para soltarme. Ella me habla constantemente aunque vos no hables, y ella nunca escucha, sólo necesita ser escuchada, que la escuche. Pero es su egoísmo lo que la hace particular, lo que la hace capaz de ser tan especial en mis discursos recortados de tu virtualidad. Y aunque esquivas, indirectamente me hablan de vos. Recurren a tu presencia, casi nunca real, para explicar situaciones, sentidos, formas, que si bien no tienen nada que ver con vos, te recurren para nacer, te necesitan para salirse hacia el Sol. Hasta llegan a cambiar sin ser juzgadas, todo gracias a tu virtualidad de encanto.
Lo que no es, no siempre está ausente en lo que hacemos.
Lo que no encontramos, no necesariamente ya no existe más, en algún lugar.
Confundirnos no precisamente quiere decir que no sabemos.
Y encontrarte en las palabras me dice más de lo que sos, y menos de lo que no puede ser.

martes, 7 de octubre de 2008

Mafalda: una nena con “M” grande de Mundo

Cuando era –más- chica, no recuerdo exactamente mi edad, la conocí. Ella vivía en una casa donde no volví nunca más, y no creo que vuelva. Siempre en el tiempo, las cosas/objetos/situaciones quedan atrás cuando no se cruzan otra vez los caminos. Es por eso que a esa casa no creo que vuelva a ir, pero con ella me encuentro cuando yo quiera, y por supuesto, cuando ella también lo quiera, porque tiene esa virtud de vivir en muchas casas, lugares, espacios, especialmente en libros, revistas, y ahora me contaron (y la vi) hasta en Internet.
Cuando leí (no lo sabía, tal vez por mi manía de no escuchar/pensar lo que no quiero escuchar/pensar) que su creador, aburrido de la rutina de hacerla nacer todos los días por once años, se alegró de no hacerlo más, salvo en otras oportunidades, pero ya no todos los días, algo así como una decepción atravesó aquella niña. Pero no importa, lo que quedó está aún hoy, me identificó ayer cuando la leía de pequeña, hoy, y estoy más que segura, mañana.

A continuación, transcribo una parte de un trabajo de la facultad dónde hablo de esta niña con M de Mundo y sus vínculos (a mi parecer) con lo popular, lo culto y lo masivo en esta historieta argentina. Pretexto para hablar y nombrarla… nada más… nada menos…

“En la historieta argentina se articulan elementos de lo culto, lo popular y lo masivo. Dentro de estas producciones gráficas tienen lugar la aventura, el melodrama, los estereotipos, los toques costumbristas, la vida cotidiana, la rutina, el arte, identidades que pretender mostrar el “ser nacional”, como por ejemplo, el criollo, el indígena, el hombre del campo, el de la ciudad, etc.
A modo de ejemplo, la tira Mafalda (1964-1973) es protagonizada por una niña que en su manera de ver el Mundo toma elementos de la vida cotidiana: los días de escuela, la relación en el hogar y con sus amigos, los días de vacaciones, etc. Pero al mismo tiempo esta niña manifiesta algunas de las angustias de las personas de aquella época (y también de la actualidad): alguien preocupada por el Mundo, su país, la naturaleza, la gente; además la manera en que su autor aborda las problemáticas político-social de ese entonces. En sus personajes se pueden observar características típicas de estereotipos que hablan de lo popular: el almacenero del barrio, la niña que sueña con casarse y tener hijos, el niño que ama las historietas de aventureras y fantasea con ser un superhéroe, el padre oficinista, la madre ama de casa. Los modos de ser y de saber de lo popular encuentran su espacio dentro de esta propuesta cultural.
Pero por otro lado, Mafalda es “aceptada” por la cultura oficial que la reinventó y utilizó en muchas ocasiones. Por ejemplo, en campañas educativas para niños, campañas de salud, ecológicas, artísticas, en sellos postales argentinos, en portadas de libros escolares (Editorial Estrada) hasta en un póster del quinto aniversario del retorno a la democracia. De este modo, la historieta entre en contacto con lo culto que vio en ella una posibilidad de enriquecer los valores del ser nacional: Mafalda a modo de ejemplo a seguir.
Esta tira se relaciona con lo masivo ya en sus primeros inicios, cuando fue creada para una publicidad del mercado de electrodomésticos. Luego, ya como historieta esta se publica en medios masivos de comunicación para un gran público que veía en ella algunas de sus formas de ser. De este modo, se pueden identificar prácticas de la cultura masiva de la época en por ejemplo: tiras en que Mafalda nos habla de la aparición en los hogares porteños de la televisión, el constante contacto de la niña y su familia con la radio, como también, cuando su padre, un empleado, compra un automóvil como tantas otras familias trabajadoras del momento.”