Me siento nuevamente frente a vos, a esperarte
ansiosa para ver qué novedades me traes, qué cuentos viejos me volvés a contar,
qué favores me vas a pedir y qué cosas me vas a cuestionar que hice, solo dije
o nunca dije. Y mientras te espero con
una jarra llena y bien fría de pasado en la mano, doy largos tragos de olvidos,
hago memoria y repaso.
2011 te despides justo en el momento en que estaba
transándome a mi ignorancia - para no variar-. Siento que todo lo que no se y no
llego a entender me acaricia las piernas; mi falta de interés me manosea las
tetas; y mi poco respeto por la autoridad me obliga a mantener la postura-cordura.
No entiendo de poses, apropiados
modales, protocolos y ahora que te vas 2011 recapitulo que no me has dejado
mucho sobre eso.
Sin embargo, me encantaría tenerte como chicle en
mi heladera. Para usarte, saborearte siempre que me de ganas aunque se que no
vas a tener más ese sabor dulce, fresco y efervescente. Me da pena tirarte, me
da pena olvidarte, me da pena soltarte. Y es así que he decidido tenerte en la
puerta de mi heladera por un tiempo más, no interesa lo que me diga el tiempo.
No entiendo de presentes ni para donde se estila el
futuro. Me dice que es necesario algo que nos parta en dos, en tres, en cuatro.
Nunca entendí ni supe hacer cálculos, como esperar tanta lógica a mi destino
que se empecina en marearme dentro de mil palabras que no nos dicen nada.
Me duele despedirte 2011, me diste tanto. Me acabaste
en la cara por tanto placer y explotaste antes de las 12. Luego del brindis
–con una botella barata de melancolía y clichés- me saludaste pero para no
variar, no entendí nada. Me di cuenta en ese momento que necesitaba escribirte,
necesitaba despedirme de vos que me diste tanto, que siempre me dejaste la
puerta entre abierta para que no olvidara lo que ya no recuerdo pero se que
está aún ahí.
Un año en el cual mentimos cuando hablábamos de
dicotomías. Más bien somos prismas y en alguna cara de él, ahí estas vos.
Todo era mentira pero era nuestra verdad.
Hoy que me despierto entre las sábanas de otros
rumbos, de otros tiempos que son siempre los mismos. No entiendo de errores y
de re-comenzar nuevos comienzos/finales. Mi destino -mochila que la traigo
siempre al hombro, no pesa mucho porque no tiene mucho escrito- pretende
sacarte de mi memoria.
Te tenía que decir tantas cosas para despedirnos
pero sólo llegué a registrar algunas, en
su mayoría irrelevantes. Anoté: no olvidar de llevar siempre mentitas en los
bolsillos, aprender a decir que no, siempre dejar la puerta entre abierta, aprender
a decir que sí, dejar de pretender saltarme de segundos, preparar una
presentación para cuando nos tendremos que encontrar, recordar y olvidar
algunos nombres, limpiar y ventilar siempre la vida.
Y en la recepción de este nuevo año que se me
avecina como una ola gigante por tantas promesas re-compro-metidas, me asusta
con proyecciones sabrosas, costosas, tramposas, dolorosas. En su recepción opte
por asistir. No quiero llegar mal vestida como siempre, sin los zapatos
adecuados, siendo más alta que mi acompañante, siempre sin con-vinar.
Así te inicias 2012, abriendo ventanas para poder
ver el afuera, ver al Mundo, ver al Otro. Ventanas para saltar, cerrar,
chusmear, pispiar, pero fundamentalmente animarse a atravesar.
Ahí nos vemos 2012, en esa esquina de la vida y en
los caminos que este año bisiesto se com-promete a echarse a andar.