Y
me esfuerzo en reforzar que soy pura farsa.
Y
te espero como cualquiera espera.
Y
me siento a esperarte
Mientras
te pienso y te imagino llegar
¿Cuánto
perdemos si no llegamos?
Así
es que ando perdida entre la siesta de mi destino que me invita a dormirte, que
me incita a dormirme entre todo lo que no se de vos y todo lo que pretendo
decir que re-conozco.
Te
encontré y te perdí entre (medios) de esos papeles. Los había tirado hace
tiempo. No me había dado cuenta, pero en cada momento recurro hasta vos, hasta
vos que no sos – pero que construye paredes sin bases (las paredes son para
cubrirnos porque por fuera de ellas no llegamos a ser nada).
Después
de un tiempo las palabras se las lleva el viento, había escuchado por ahí o lo
había leído en el diario. Ya eran muchas las mentiras por esos días. Entonces
me tragué dos mentitas y seguí por lo que solemos llamar camino.
En
una de esas siestas donde a los calores le gustan apretar –y a las personas
también- me gusta recordar que “las siestas son para los amantes”. Eso sí que
lo había escuchado en la radio.
Así,
en esas idas y no venidas nos cruzamos. Como siempre no sabías si era de mañana
o de noche y me aseguraste: “Hay mañanas que no se van con el tiempo -te lo
aseguro- y vos tendrás unas cuantas”.
En
un cálculo apresurado me puse a contar cuántas mañanas había desperdiciado.
Eran demasiadas, pero me gusta pensar que nada está perdido.
Mientras
yo sumaba con los dedos, él se fue y sentenció “Y con esto, me voy porque esta noche
nunca existió”.
Me
había perdido en los números que nunca quieren existir, me había perdido en el
tiempo perdido. Y todo era por inútiles sumas y multiplicaciones de situaciones
truncas.
Me
dije: ¡No podemos desaprovechar estos últimos sueños!
Nos
fuimos. No nos vamos a preocupar por los detalles. Ellos muchas veces sólo
arruinan los cuentos y las mentiras más perfectas.
Él
- No tengo amantes
Ella
- No me gusta esa palabra.
Ella
- No tengo siestas.
Él
- No sabe de lo que se pierde.
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