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miércoles, 24 de julio de 2013

Unos, Ceros: por cada click invertido


 


Caracteres. Ceros y unos. Entre eso andamos insertos. Insertos como chips y esperando.

Se sentaba todas las siestas y las noches esperándola a ella. Eran sus modos de conectarse, de poder estar juntos ¿Quién iba a decidir hoy en los mundos en los que andamos que es lo real y lo que tiene sentido? A veces no necesitábamos tocarnos para entendernos. Y a veces cuando nos tocamos no sentimos nada. Prefería ese sutil placer de los dedos al teclear, nada de su cuerpo era tan placentero para él como ese sentido que se extendía. No había más que ceros y unos, camuflados en bellas realidades en alta definición.
Así andamos, solitarios. Solos con nuestros dedos, con nuestros sentidos.
Habías sido real mientras que nunca nos habíamos visto. Ahí eras magnífico, me encantaba cómo te creabas, me desarmabas, me desnudabas de palabras aunque sólo pudiera leerte. Ahí podíamos llegar, y los otros se iban desvaneciendo. Eso creíamos, porque los otros tenían sus propios espacios para nada incómodos, podíamos ser muchos otros al mismo tiempo. Eso nos encantaba. De eso hablábamos. Eso éramos.
De esa manera, te seguía en cada movimiento. No te esperaba a la salida de tu casa ni del trabajo. Menos iba al mismo boliche que vos ni concurría al mismo supermercado. Pero podía seguirte, espiarte íntimamente aunque lo que hacías era público. Así sabía todo lo que te gustaba, qué discos nuevos tenías, que estabas escuchando o leyendo, qué línea política preferías y cuál era tu árbol genealógico, sobre tus amigos, de qué estabas hablando en ese momento, o lo que estabas comiendo. Sí, sabía todo sobre vos. Todo lo que mostrabas ¿acaso no es así en todos los espacios? ¿Cuánto mostramos al otro? Y pensé que no variaba demasiado de lo que mostramos en una red social. Acaso acá también vivimos, dormimos, nos instalamos, construimos.

¿Hace cuanto no nos miramos a los ojos? Si te veo y no puedo despegarme de tu mirada. Pero acá nos miramos reflejados en nuestras propias soledades en una pantalla que brilla, que nunca se apaga, que nunca termina. Y es así que algunos creen aún que  nos miramos ¿Pero si somos bellos mostrando nuestros mejores lados, perfeccionados con cada click invertido?
Así nos encontramos tan desnudos y desprovistos de nuestras mejores fotos. Y si no te reconozco cuando nos encontremos en esa parada de colectivos es porque resulta interesantísimo hacerme el interesante. Vos sabes que yo se. Yo se que vos sabes. No importa, es mejor ser totalmente en otros lados, donde todo pueda ser apagado, donde todo pueda ser sobreactuado.


lunes, 8 de julio de 2013

Cuentos dentro de cuentos




Creo que al salvarme en tus días, yo te empuje un poco.
Creo que al salvarme en tus días, me empuje a mi misma hacia más cuentos dentro de cuentos.
Creo que nos apretujamos. Creo que en esos momentos resumimos nuestra felicidad. Creo que es lo único que vale entre nosotros dos.

Ya lo sabemos, perdí. Ahora ninguna de tus nuevas palabras me pertenecen.
Perdí, pero al hacerlo, me encontré –lejana- pero más libre.

No me importa ser evidente, no me interesa quedar mal o bien esta vez y que en cada palabra estés vos. ¿Para qué ocultarlo? ¿Para quién, para quiénes? Acá solo me encuentro con mis palabras.

Sin embargo, a mi no me dolió nada. Y eso fue lo que lastimó: que nada haya existido, y que todo nos haya confundido sin explicaciones. Y ya no reconozco si éstas son mis verdaderas palabras o las saqué de un muro prestado.

No te olvides que mentís al igual que yo. Y mentís amor, igual que yo ¿qué nos diferencia? En qué vos te crees cada palabra, y yo me creí cada beso. Pero, otra vez ¿Qué es lo que nos diferencia? Lo que nos diferencia es lo que nos aleja: lo que nos hace ser lo que no somos y lo que no seremos nunca.

Me alejo, debo correrme de lugar, mutar, desaparecer mientras observo lo que pasa afuera. Ella tan poco yo, por suerte. Y vos: tan otro, en buena hora, pensé

No espero, y sin embargo nos encontramos sentados muy cómodos mirando el ayer. No podemos negarlo: nos vamos a esperar a cada momento como si fuera que alguna vez vamos a cruzarnos en nuestro destino, dejar mochilas y hacer como si verdaderamente  ya nada importe. Te aclaro, los tiempos de películas son de otro tiempo, al igual de lo que soles escribir escondidos bajo garabatos.

Así es, confío que volveremos cuando nos olvidemos porque seguramente nuestro destino esté abierto, así como nuestros días juntos y toda esa historia que nos debemos. El resto es cuento, cuentos dentro de cuentos.