Creo que al
salvarme en tus días, yo te empuje un poco.
Creo que al
salvarme en tus días, me empuje a mi misma hacia más cuentos dentro de cuentos.
Creo que nos
apretujamos. Creo que en esos momentos resumimos nuestra felicidad. Creo que es
lo único que vale entre nosotros dos.
Ya lo sabemos, perdí.
Ahora ninguna de tus nuevas palabras me pertenecen.
Perdí, pero al
hacerlo, me encontré –lejana- pero más libre.
No me importa
ser evidente, no me interesa quedar mal o bien esta vez y que en cada palabra
estés vos. ¿Para qué ocultarlo? ¿Para quién, para quiénes? Acá solo me
encuentro con mis palabras.
Sin embargo, a
mi no me dolió nada. Y eso fue lo que lastimó: que nada haya existido, y que
todo nos haya confundido sin explicaciones. Y ya no reconozco si éstas son mis
verdaderas palabras o las saqué de un muro prestado.
No te olvides
que mentís al igual que yo. Y mentís amor, igual que yo ¿qué nos diferencia? En
qué vos te crees cada palabra, y yo me creí cada beso. Pero, otra vez ¿Qué es
lo que nos diferencia? Lo que nos diferencia es lo que nos aleja: lo que nos
hace ser lo que no somos y lo que no seremos nunca.
Me alejo, debo
correrme de lugar, mutar, desaparecer mientras observo lo que pasa afuera. Ella
tan poco yo, por suerte. Y vos: tan otro, en buena hora, pensé
No espero, y sin
embargo nos encontramos sentados muy cómodos mirando el ayer. No podemos
negarlo: nos vamos a esperar a cada momento como si fuera que alguna vez vamos
a cruzarnos en nuestro destino, dejar mochilas y hacer como si
verdaderamente ya nada importe. Te
aclaro, los tiempos de películas son de otro tiempo, al igual de lo que soles
escribir escondidos bajo garabatos.
Así es, confío
que volveremos cuando nos olvidemos porque seguramente nuestro destino esté
abierto, así como nuestros días juntos y toda esa historia que nos debemos. El
resto es cuento, cuentos dentro de cuentos.
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