Otra vez llueve. Es la oportunidad para
encontrarnos pero sigo atornillada a mi silla. Y me quiero acercar a vos pero
no puedo. Empujo la silla, me inclino, me mareo. A veces caigo. Y me quiero
acercar a vos pero no me dejás. No me dejás de ninguna manera: no puedo ir a
buscarte, pero no me dejás, no me soltás, nos atamos las manos cada vez que nos
mentimos adiós.
Llueve y nos miramos en películas. Los malos en los
films son los mismos personajes que en nuestras historias. Ellos no tienen
escrúpulos. ¿Acaso dije escrúpulos? Creo que miro demasiadas de esas películas.
Cabe destacar igualmente que los malos de película a veces cambian y no por eso
en ese momento pasan a ser mentiras todo lo que dijeron. Es decir, todo lo que
fueron.
La película va pasando. “Me gustaría besarte en
cualquier lugar”, le dice. “Me gustaría quedarme entre tus brazos hasta que nos
escapemos y sigamos mirándonos a los ojos”, sentencia. “Me gustaría poder
decirte esto y que me escuches”, asegura. “Me gustaría que sólo por unos
minutos hubiéramos podido cambiar. Y hoy estaríamos en otros lugares; y hoy al
menos hubiéramos sabido cómo era el otro”, reclama.
Decir, sentenciar, asegurar, reclamar. Siempre hay
más peros en el decir.
Admito que luego me dormí en la película. Es que la
película entre nosotros fue pasando, pasando y ¿pasó?
Creo que todas mis palabras te suenan a falsas. Pero
no puedo salirme de este ciclo. No quiero que te salgas de mi vida. Te quiero
en mí, te quiero aquí. No quiero que te vayas. Esto me suena a que lo saqué de
alguna película. Capaz por eso siempre mis palabras te suenan falsas.
Puse pausa, igualmente la película siguió su curso
mientras que escuchaba llover afuera. Él apareció de repente y le gritó: “no se
querer de otra manera, no se retenerte, no se alejarme, no se mirarte detrás de
mi vida, en el pasado. No te puedo dejar de ir. Te quiero tener entre mi
aliento, entre mi destino.”
Ella se tapaba los oídos. Ella no entendía nada.
Susurraba una y otra vez: “No se escribir con palabras raras”. Y rápidamente pensó:
“No se decir lo que no sienta y es por eso que caigo, me equivoco, tiemblo. Es
por eso que te pierdo, que te extraño y no podemos estar juntos. No se decirlo
de otra forma.”
Suspendo la película. Ya teníamos demasiado con
nuestro hacer cotidiano para más escenas armadas. Es que te me aparecías entre
las escenas, salías de la pantalla, me hablabas, me olvidabas. Hubiera querido
decirte que te hubiera querido en mis días, que hubiera querido tu sonrisa inolvidable cada vez que pudiera (hecha un bollito en mi
bolsillo de la campera de siempre)
Pero en eso que soy, estoy. Lo que viste aquella
vez que nos mojamos los pies. Es en eso que soy, estoy. Soy ese fantasma a la
mañana, la mala de la película cuando me alejo y te digo que te necesito.
Si. Soy eso y capaz nada más. No sigo siendo yo.
Soy el fuego que se fue. No creo en las cenizas. No me lo creo. Y no creas en
mi cuando te necesite.
Me mareo entre las oleadas del deseo. Afuera llueve
y no estamos.
No nos pertenecemos. No nos perteneceremos jamás. Y
eso no nos quita el deseo por el otro. Eso no borra las huellas de tus manos.
Y te recuerdo cada noche. Y vos me pensás en cada
otro beso que das.
Cierro los ojos. Quizá este dormida. Necesito
sentir tu presencia, preciso volver a tu ausencia. Recurro a tu olvido, a tu
permiso para dejarte a un lado cuando veo que ya no podemos manejar más la
situación.
Si, es verdad. Escarbe para llegar hasta vos. Y no
puedo. Y me pierdo. Y no podemos ser. Te hago mal. Lo se. Te miento. Lo se. Me
esquivas. Lo se. Nos evitamos. Nos buscamos. No nos decidimos a decirnos adiós,
a admitir que esto ya no puede ser.
Seguramente seguiremos enamorándonos del otro cada
vez que nos veamos. Y seguramente cada vez que nos veamos luego de largo rato no podremos evitar querernos
hasta el último segundo. Y en el volver a vernos en el cotidiano, nos lastime
los pies de esperar. ¡Pará un poco! ¡La película terminó hace más de una hora!
Recurro a tu presencia alternada en mi vida. Y cada
vez que nos duele, otra vez nos deseamos, y nos alejamos un tiempo para volver curados.
Todo sólo para tirar ese tiempo de cicatrización al tacho.
¿Y vale nuestro amor para volver malheridos siempre
escondidos?
¿Y vale nuestro amor el escondernos cada vez que el
otro nos llame?
¿Y vale nuestro amor el que siempre sepamos que
faltan cinco minutos para el recreo?
¿Y vale nuestro amor el darlo a otros el que
merecemos nosotros?
¿Y vale nuestro amor que te mienta cada segundo
para que siga existiendo?
Nunca te mentí excepto cuando me admití no cobarde.
Se que vas a volver a desaparecer. Se que haré
siempre las mismas preguntas que no querés escuchar. Suelo hacer todas las
cosas mal.
Llueve y se me vienen las ganas de verte.
Eternamente posible en mis días y en mi olvido.