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martes, 21 de mayo de 2013

Cada vez que se nos mojan los pies



 Otra vez llueve. Es la oportunidad para encontrarnos pero sigo atornillada a mi silla. Y me quiero acercar a vos pero no puedo. Empujo la silla, me inclino, me mareo. A veces caigo. Y me quiero acercar a vos pero no me dejás. No me dejás de ninguna manera: no puedo ir a buscarte, pero no me dejás, no me soltás, nos atamos las manos cada vez que nos mentimos adiós.

Llueve y nos miramos en películas. Los malos en los films son los mismos personajes que en nuestras historias. Ellos no tienen escrúpulos. ¿Acaso dije escrúpulos? Creo que miro demasiadas de esas películas. Cabe destacar igualmente que los malos de película a veces cambian y no por eso en ese momento pasan a ser mentiras todo lo que dijeron. Es decir, todo lo que fueron.

La película va pasando. “Me gustaría besarte en cualquier lugar”, le dice. “Me gustaría quedarme entre tus brazos hasta que nos escapemos y sigamos mirándonos a los ojos”, sentencia. “Me gustaría poder decirte esto y que me escuches”, asegura. “Me gustaría que sólo por unos minutos hubiéramos podido cambiar. Y hoy estaríamos en otros lugares; y hoy al menos hubiéramos sabido cómo era el otro”, reclama.
Decir, sentenciar, asegurar, reclamar. Siempre hay más peros en el decir.
Admito que luego me dormí en la película. Es que la película entre nosotros fue pasando, pasando y ¿pasó?

Creo que todas mis palabras te suenan a falsas. Pero no puedo salirme de este ciclo. No quiero que te salgas de mi vida. Te quiero en mí, te quiero aquí. No quiero que te vayas. Esto me suena a que lo saqué de alguna película. Capaz por eso siempre mis palabras te suenan falsas.

Puse pausa, igualmente la película siguió su curso mientras que escuchaba llover afuera. Él apareció de repente y le gritó: “no se querer de otra manera, no se retenerte, no se alejarme, no se mirarte detrás de mi vida, en el pasado. No te puedo dejar de ir. Te quiero tener entre mi aliento, entre mi destino.”

Ella se tapaba los oídos. Ella no entendía nada. Susurraba una y otra vez: “No se escribir con palabras raras”. Y rápidamente pensó: “No se decir lo que no sienta y es por eso que caigo, me equivoco, tiemblo. Es por eso que te pierdo, que te extraño y no podemos estar juntos. No se decirlo de otra forma.”

Suspendo la película. Ya teníamos demasiado con nuestro hacer cotidiano para más escenas armadas. Es que te me aparecías entre las escenas, salías de la pantalla, me hablabas, me olvidabas. Hubiera querido decirte que te hubiera querido en mis días, que hubiera querido tu sonrisa inolvidable  cada vez que pudiera (hecha un bollito en mi bolsillo de la campera de siempre)
Pero en eso que soy, estoy. Lo que viste aquella vez que nos mojamos los pies. Es en eso que soy, estoy. Soy ese fantasma a la mañana, la mala de la película cuando me alejo y te digo que te necesito.
Si. Soy eso y capaz nada más. No sigo siendo yo. Soy el fuego que se fue. No creo en las cenizas. No me lo creo. Y no creas en mi cuando te necesite.

Me mareo entre las oleadas del deseo. Afuera llueve y no estamos.
No nos pertenecemos. No nos perteneceremos jamás. Y eso no nos quita el deseo por el otro. Eso no borra las  huellas de tus manos.
Y te recuerdo cada noche. Y vos me pensás en cada otro beso que das.
Cierro los ojos. Quizá este dormida. Necesito sentir tu presencia, preciso volver a tu ausencia. Recurro a tu olvido, a tu permiso para dejarte a un lado cuando veo que ya no podemos manejar más la situación.
Si, es verdad. Escarbe para llegar hasta vos. Y no puedo. Y me pierdo. Y no podemos ser. Te hago mal. Lo se. Te miento. Lo se. Me esquivas. Lo se. Nos evitamos. Nos buscamos. No nos decidimos a decirnos adiós, a admitir que esto ya no puede ser.  

Seguramente seguiremos enamorándonos del otro cada vez que nos veamos. Y seguramente cada vez que nos veamos  luego de largo rato no podremos evitar querernos hasta el último segundo. Y en el volver a vernos en el cotidiano, nos lastime los pies de esperar. ¡Pará un poco! ¡La película terminó hace más de una hora!
Recurro a tu presencia alternada en mi vida. Y cada vez que nos duele, otra vez nos deseamos, y nos alejamos un tiempo para volver curados. Todo sólo para tirar ese tiempo de cicatrización al tacho.
¿Y vale nuestro amor para volver malheridos siempre escondidos?
¿Y vale nuestro amor el escondernos cada vez que el otro nos llame?
¿Y vale nuestro amor el que siempre sepamos que faltan cinco minutos para el recreo?
¿Y vale nuestro amor el darlo a otros el que merecemos nosotros?
¿Y vale nuestro amor que te mienta cada segundo para que siga existiendo?
Nunca te mentí excepto cuando me admití no cobarde.

Se que vas a volver a desaparecer. Se que haré siempre las mismas preguntas que no querés escuchar. Suelo hacer todas las cosas mal.
Llueve y se me vienen las ganas de verte. Eternamente posible en mis días y en mi olvido.

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