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viernes, 30 de mayo de 2008

Marx se compró un celular

Hace pocos años se ha incorporado a las andanzas de nuestra vida cotidiana un “pequeño” aparatito que nos acompaña a todas partes: cuando nos dirigimos del living a la habitación, cuando deambulamos por las calles de la ciudad, cuando vamos al baño (¿?), cuando vamos a hacer las compras, etc.
Este se va a la cama con nosotros, se sienta como un comensal más a nuestra mesa, nos “pasa el dato” sobre personas que no vemos hace mucho tiempo, y también sobre esas que están en la habitación continua.
El pequeño aparato guarda momentos “inolvidables”: el 15 de una prima, la foto del novio, de la mamá, de la abuela, del perro, del gato, del loro, de la vecina. Congela “para siempre” el día en que fuimos a visitar a un amigo a su casa en el interior, “el día ese que nos juntamos todos en lo de un compañero por el último día de clases”, ¿te acordás?; preserva eternamente momentos casuales, que hace algunos años atrás no hubiéramos tenido recuerdo más que por nuestra, “aparentemente pasada de moda”, memoria.
Pero ¿qué nos promete este aparatito (y paso a revelarles sin más vueltas), el teléfono celular, que no cumple?



“Quién sabe si mucha gente no se estará jugando la vida por causas de cartón pintado.” [1]

Este es el inicio. Desde aquí intentaré dirigirme hacia esas promesas que se nos ofrece desde la industria del “modelo capitalista”, y los restos que llegan hasta nuestras manos. Hoy es el turno del teléfono celular, pero podría ser cualquier otro moderno artefacto: desde la última computadora hasta ese champú anti-frizz que tanto nos aseguran que necesitamos para ser TOTALMENTE felices. Pero después, nadie se acuerda de avisarnos, que pareciera que nunca nada es suficiente.




¡Advertencia! Para desentendidos:
¿Qué es un teléfono celular?

“Los usos principales de las nuevas tecnologías empezaron a depender de concentraciones sin precedentes de capitales de comunicación, y se establecieron relaciones muy complejas, y a veces, contradictorias, entre estos sistemas nuevos y las redes más comunes (Estado, Iglesia, escuela, familia) de preparación social y cultural.”[2]

El teléfono fue una tecnología que no solo permitió, sino también alentó, las comunicaciones directas persona a persona.[3] El “celu” es un dispositivo inalámbrico electrónico que permite tener acceso a la red de telefonía celular o móvil. Su principal característica es su portabilidad, que permite comunicarse desde casi cualquier lugar.[4] Sus principales funciones, además de la de un teléfono convencional, son por ejemplo: agenda, acceso a Internet, GPS, juegos, reproducción de música MP3 y otros formatos, correo electrónico, mensajes de texto, fotografía y video digital, videollamada, televisión digital, etc. Estas características parecerían pretender el acercarnos hacia la comunicación, hacia el desarrollo, hacia un primer mundo que cada día está más lejos.
Desde sus inicios, a finales de los 70, ha revolucionado enormemente las actividades que realizamos diariamente. Así, como dice Williams, mucho tiempo antes de la aparición de estos aparatitos, “más allá de su uso comercial se convirtió en una tecnología disponible para el contacto personal en las nuevas condiciones de dispersión de amigos y familiares”[5] refiriéndose al teléfono convencional. Hoy, asocio también sus palabras a la telefonía celular, sumando las contradicciones de este entre los espacios de ocio y como material de trabajo. Así, los teléfonos celulares se han convertido en una herramienta primordial para la gente común, para la gente de negocios. Su evolución ha permitido disminuir su tamaño y peso, baterías más pequeñas y de mayor duración, pantallas más nítidas y de colores.
Algunas formas de comunicarnos han cambiado, se han transformado, han surgido de entre las nuevas tecnologías y sociedades, no hay nada de nuevo en eso. Así, esa ilusión de un mundo conectado en cualquier momento y lugar se ha intensificado con el acceso, en este caso, de gran cantidad de personas a un teléfono celular. Pero son muchas las cuestiones que quedan afuera. ¿Estamos comunicados al tener un teléfono celular en la mano? ¿Las formas de uso son las mismas entre para lo que fue diseñado y las personas en la práctica, lo utilizan? ¿Qué otros asuntos y/o conocimientos son necesarios para su utilización?
Hoy, ¿dependemos de un teléfono celular para poder desenvolvernos en nuestra vida cotidiana? ¿Depende esto solamente de nosotros?



El Fetichismo: se “pone cómodo” a lado nuestro

Para Marx[6], el fetichismo consiste en dotar a determinado objeto de características que no les son propias de su naturaleza, su esencia, su definición en tanto objeto social; así a este objeto/sujeto “se le atribuyen características humanas (...) se personifican y se transforman en sujetos”[7]
Ya lo dijo Marx a mediados del siglo XIX, los sujetos se vuelven objetos y los objetos se vuelven sujetos. Y por los pasillos de la facultad escucho: “no puedo vivir sin mi celular”… ¡Qué sentirá él que a su celular se le va quedando sin baterías!
“Entonces, a partir del fetichismo el ser humano vivencia la realidad social como si fuera radicalmente “externa”, como si tuviera “vida propia”. El valor y las relaciones mercantiles operan a espaldas de los sujetos y los obligan de manera coactiva a subordinarse a su lógica”, plantea Marx.
Pero cómo “salirnos” o no de esto, cómo escapar, si es que hay alguna próxima salida a esa idea de que las máquinas dominarán a los hombres. Aunque, somos nosotros, las personas, las que vamos dando sentido a nuestro alrededor, sin embargo pareciera que es casi imposible ser distintos en un mundo donde lo que hace a la persona es lo que consume, lo que puede llegar a comprar, los objetos que se transforman en sujeto a su alrededor. Al mismo tiempo, esto siempre está en contradicción con cuestiones que se escapan de nuestras manos. Entender, lo que Marx y Engels formularon hace mucho tiempo atrás; a esas contradicciones entre las fuerzas productivas y las relaciones sociales de producción. Así, plantean, que al llegar a una determinada fase del desarrollo, las fuerzas productivas materiales de la sociedad entran en contradicción con las relaciones de producción existentes[8], y le procederá una crisis y un cambio de modelo. Todos sabemos muy bien, que esto aún no ha ocurrido, el capitalismo ante sus crisis se ha –relativamente- reinventado. El tiempo dirá.



¡Marx se compró un celular!

“¡Ah, siempre tan pícaros ellos! Y –cosa curiosa- tanto trabajar alrededor de la seda y ni siquiera he traído un pañuelo de esta tela. Ahora desde hace quince años trabajo la “yerba” y… no “tomo mate”. La seda, lujo; la “yerba”, vicio: ambas superfluas”.[9]

Esta es una narración sobre las vivencias de un colono a mediados del siglo pasado en la zona de las plantaciones de yerba mate en Santa Ana, Misiones. La historia no ha cambiado mucho.
La Argentina produce muchos más alimentos de los que consumiría su población, pero en nuestro país hay altos índices de desnutrición e indigencia. Vamos a otro ejemplo: los millones de trabajadores de la construcción (de viviendas, escuelas, hospitales, caminos) que trabajan alrededor de diez horas diarias pero no tienen acceso pavimentado al lugar donde viven, no poseen casa propia, la salud pública deja mucho que desear, al igual que la educación que desde el Estado se les ofrece. ¿Estas personas, y así la mayoría de los trabajadores, trabajan para vivir o viven para trabajar?

Y pese a las críticas de su compañero Engels, me han contado que Marx se compró “el celular”. Se olvidó de sus teorías, (o quizás resignándose a la realidad en la cual pareciera que estamos inmersos), y ahora tiene un “celu” que saca fotos, graba videos de dos horas, tiene una tarjeta de memoria expandible de 3G, radio, y MP3. Además, dicen las malas lenguas, que se la pasa conectado al Messenger todo el tiempo, que tiene un fotolog (¿se habrá convertido en un flogger?), y que hasta escucha Miranda!.
Pero lo que parece que a Marx no le han contado que estas nuevas culturas del consumo masivo traen consigo otras cuestiones que afectan quizás de igual manera al ser humano. Sólo para hacer referencia a un caso, voy a tocar el tema de la contaminación electromagnética. Esta “es la contaminación producida por las radiaciones del espectro electromagnético generadas por equipos electrónicos u otros elementos producto de la actividad humana. Así, según algunos recientes estudios esto aumenta la probabilidad de cáncer en personas que viven en zonas cercanas a torres de alta tensión, se suma, la reciente preocupación sobre el uso de la telefonía celular, y de las antenas de celulares han contribuido a despertar una preocupación general en la sociedad.[10]
Lo moderno, hace bastante tiempo que nos hemos ido dado cuenta, no va de la mano del cuidado del medio ambiente, de las necesidades de la mayoría de la población. Pareciera que no es muy amigo de una realidad que él mismo intenta invisibilizar, y dejar afuera. Lo moderno me contaron que solo un mejor amigo: el consumo.



Para terminar, me gustaría contarles una pequeña historia, que seguramente la conocen los que leyeron a Marx, y también los más desentendidos con el autor: los trabajadores y los empresarios, los docentes y los alumnos, los padres y los hijos, los productores y los consumidores, las autoridades del Estado y los indocumentados y analfabetos. Nadie se va a sorprender.

Había una vez…

“La historia de todas las sociedades hasta nuestros días es la historia de las luchas de clases (…) opresores y oprimidos se enfrentaron siempre (…) La burguesía, después del establecimiento de la gran industria y del mercado universal, conquistó finalmente la hegemonía exclusiva del poder político en el Estado representativo moderno. El gobierno del Estado moderno no es más que una junta que administra los negocios comunes de toda la clase burguesa”[11].
Y colorín colorado…

Me pregunto ahora ¿cuál es la moraleja que nos deja esta historia que escribió Marx hace tantos años? ¿No será la de que los que más tienen seguirán siempre teniendo más, y los que menos tienen tendrán cada vez menos? ¿No es con esa moraleja con la que hoy nos topamos cada vez que prendemos la TV, salimos a dar una vuelta por el centro, por el barrio?

Las siempre mismas contradicciones entre los que nos ofrece, en este caso el teléfono celular, y todo lo que jamás podrá cumplir. La idea del siempre estar conectados, de estar cerca, está en la vereda de enfrente, de los que no tienen las herramientas para poder entrar en el juego, con los que nunca entraron desde en el inicio en la “maqueta” del modelo capitalista.


[1] DOLINA, Alejandro. Crónicas del Ángel Gris.
[2] WILLLIAMS, Raymond. Pág.207
[3] WILLLIAMS, Raymond. Pág.199
[4] www.wikipedia.org/wiki/Telefon%C3%ADa_m%C3%B3vil
[5] WILLLIAMS, Raymond. Pág.199
[6] En KOHAN, Néstor. El Capital.
[7] KOHAN, Néstor. El Capital. Pág. 232-233
[8] Conceptos desarrollados por Marx en el “Prólogo: Introducción a la crítica de la economía política”
[9] ZAMBONI, Benito. Escenas familiares campestres. Posadas. Editorial universitaria, 1999. pág. 59
[10] http://www.wikipedia.org/wiki/Telefon%C3%ADa_m%C3%B3vil
[11] MARX y ENGELS. Manifiesto Comunista

martes, 13 de mayo de 2008

Relativismo Cultural para las Malas Palabras

Hay esos puntos de contacto, en que se necesitan oportunidades frescas para todos, donde son necesarios los espacios para reflexionar y dar un lugar a esas cuestiones que siempre fueron en nosotros víctimas de prejuicios (aunque nunca las hayamos considerado de ese modo).
Dentro de mis textos, las personas se transforman en adjetivos, los estados del tiempo pasan a ser personas comunes y corrientes, la vida se trasforma historias, los deseos dejan de salir por las noches y se pasean a la luz del día, como muchos sustantivos comunes pasan a ser sustantivos propios.
Así, confundida entre Palabras (varias veces muy “malditas”) y Realidades, unos de estos sábados me encontré con la Verdad, como todos ya sabemos, una Cualquiera, en un barcito al que suelo ir con estos amigos míos: la Costumbre, sí que mala junta; mi mejor amigo real (1) de hoy y de siempre, el Destino. De su mano, vestida de verde, muy puta, venía también la Esperanza (2). A la Verdad la encontramos en la barra en un estado deplorable; sentada en una de esas sillas giratorias. En una mano sujetaba una copa de vino, en la otra, la botella. Daba vueltas y vueltas para decirnos cosas que ya sabíamos pero que nunca íbamos a tomar en serio. La dejamos sola, como el resto del mundo, nos quería convencer de cuestiones que nada tenían que ver con la Realidad. Después de un rato, la vimos irse a los abrazos con la Nostalgia, una metida de Mierda.

Volviendo a la idea, volviendo a la “vida real”. Dentro de mis textos las Malas Palabras fueron siempre victimarias y yo, víctima de ellas. Aunque muchas veces, buscaba en estas Malditas Palabras alguna respuesta, alguna señal que justifique los daños. Así no tendría que hacerme cargo de todos los gastos sola. Pero no sirvieron de nada, lo que me dije a mi misma y lo que me dije de vos, sólo me confundió entre las historias.
Pero hoy, un poco más conciente y reflexiva sobre el tema me pregunto:
¿Son tan malas las Malas Palabras? ¿No seremos solamente prejuiciosas con ellas? ¿Alguien no nos habrá pasado preconceptos que siempre las intentan ocultar entre los que son y los que les gustaría ser; lo que nos dijeron (para variar) y los que ellas nos intentan decir?
Sí las mezclamos tal vez logremos algo distinto; algo que tenga que ver con vos y a la vez conmigo. Quizás hasta hable de Ella, ¡cómo no nombrarla sí tiene que ver con los dos!
Quizás, las Malas Palabras estén esperando una mirada relativista, algunos susurros dulces al oído. Quizás necesiten apoyo moral, que les demos una mano para que consigan un buen puesto en la sociedad. O talvez, necesiten urgente que nos sentemos a escuchar que es lo que tienen para decirnos…









(1) Palabras de Vick
(2) Ya lo cite en muchas ocasiones por la misma metáfora, Julio Cortazar.

domingo, 4 de mayo de 2008

Príncipes conectados al Messenger

¿Cuáles serán las razones para encontrarnos en las calles de esta virtual ciudad dentro de una vez y de un cuando?

Te conectás a mis días de una manera tan particular que pensábamos sería imposible. Pero no necesitamos ni dos segundos para seguir siendo un poco más de los mismos diferentes. Así, se que pasás por lo mismo, y me reconforta el hecho de que jamás vas a estar completamente lejos.

Seguramente estas historias que se marchitan en la primavera, seguirán floreciendo con alguna nueva luz prestada de otros soles, de otros tiempos y espacios. Y aunque cada vez tengan menos color y estén más desentendidas de nuestras realidades, construidas día a día minuciosamente, surgen ante nosotros nuevas posibilidades de entendimiento.

Te alejas y volvés a entrar, sin pedir permiso. Las diferencias siempre lograron hacernos entender, sin más preguntas ni pretextos.

Te perdí una vez entre la gente, te volví a encontrar frente a espejitos de siete colores. No quisiste retroceder jamás. Me di la vuelta y volví, siempre por los mismos caminos. Me contaron que aún seguís ahí, frente a fantasías que son ahora tu realidad, frente a excusas que siempre se van por el inodoro, frente a permisos sin firmas ni papel y que pretender valer algo, frente a cosas que son tan distintas de lo que fuimos.

Te aclaro, no son Reproches. Ellos se marcharon hace tiempo para otro lado. No se me ocurrió preguntarles nada. No se despidieron, solo se despertaron y salieron. “Cosas que suelen suceder”, me dirías en otras circunstancias.

En estos últimos tiempos, los príncipes azules suelen aparecen casi todo el tiempo conectados al Messenger. Y aunque nunca esten disponibles, siempre reaparecen dentro de una vez y un cuando. Es su espacio preferido, un lugar único con ventanas para todos: para los claustrofóbicos y los que deseen escaparse de los finales felices.