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lunes, 23 de marzo de 2009

“Parece que no quieren ser civilizados…”

Éste fue un comentario que escuché por los pasillos de la facultad. A quién o a quiénes se referían no importa, es lo mismo. Lo que me chocó de la frase fueron esas palabras que solemos usar sin ponernos a pensar qué significan, a qué lugar de la historia corresponden o qué procesos se ven involucrados.
Las escuchamos en todos lados y de distintas formas: “van en contra de la modernidad, del progreso”, “todo cambio siempre es en pos del bien”, “le debemos mucho”, etc., etc. Y no solamente toman forma de frases, sino de palabras que machucan lo que somos por fuera y por dentro: países sub-desarrollados, del tercer mundo, en vías de desarrollo, pobres, indios… ¿civilización versus barbarie?
A partir de esto, surgen en mí preguntas que espero nos lleven a nuevas frases y conceptos, más acordes a lo que somos…
¿Progresar hacia dónde?
¿Modernidad con respecto a qué?
¿Quiénes ejecutan y son responsables de los cambios?
¿Quiénes ponen los nombres a la historia, a la vida, a lo nuestro?
¿Quiénes son los encargados de sacar las cuentas de lo que supuestamente debemos?

Al oír estas frases ellas me remontan hacia Otros tiempos, hace alrededor de quinientos años atrás (un poco más, algo menos), y se me agita el pecho. Dentro de mí se va acumulando la bronca y el dolor y las preguntas no se acaban…
¿No eran esas mismas frases las que se escuchaban en boca de los “recién llegados” refiriéndose a las comunidades originarias que se resistían a abandonar lo suyo por algo que no comprendían porque nada tenían que ver con ellos, con su historia?

En pos del desarrollo, la modernidad y la civilización se dieron: apropiaciones (y exportaciones) de los recursos naturales y minerales de América Latina llevados en grandes barcos a Otras lejanas orillas, la esclavitud igual a mano de obra baratísima que enriqueció y enriquece a esos países autodenominados del “Primer Mundo”, ciclos productivos que dejaban improductivos a nuestro suelo (cacao, banana, algodón, caña, son algunos ejemplos), instalación de empresas multinacionales que nos “acercan” la modernidad y el progreso a un precio muy alto (ferrocarriles, automóviles, petroleras). La lista podría continuar, son unos cuantos cientos de años de historia. (*)

Pero hoy seguimos utilizando las mismas frases, y lo hacemos como un acto automático de nuestro lenguaje cotidiano. ¿Qué lugar ocupa la crítica y la reflexión?
Ya no importa que la historia universal nos trate como los de atrás y que haya olvidado la historia de esta tierra hasta que tres carabelas (¿calaveras?) pisaron estos suelos. Pero lo que sí nos debería importar es que nosotros nos sumemos a esos discursos sin pensar en lo que implican.
¿Discriminarnos a nosotros mismos?
¿Cuándo sería el tiempo de cuestionarnos sobre la historia que Otros construyeron para nosotros, y cuando sería el tiempo para que demos cuenta de nuestra propia historia?

Dentro de este espacio considero a las palabras como tesoros al final del arcoiris. Las palabras no son inocentes, son discursos valuados en peso/oro que nos definen como personas, como comunidad. Hablan de la historia que nunca es “universal” sino que son Historias (en plural) diversas, distintas, contadas por voces que muchas veces se contradicen y que nunca siguen una sola línea cronológica.
No me gustan los extremistas, no quisiera ser uno de ellos. Por este motivo, rescato que cada uno de nosotros tiene su propia forma de pensar que habla de su historia, su experiencia. Pero lo que no podemos dejar pasar, pese a estas circunstancias, es al tiempo de la crítica, la reflexión sobre los procesos que llevan encubiertos a esas frases para nada simples e ilusas.
Es necesario que hablemos desde nuestro lugar, ya no creo futuro sino muy presente en lo que hacemos, de comunicadores y pensadores de los discursos sociales para no quedarnos con cuentos viejos, ya pasados de moda y de historia.
¿No es tiempo de re pensar y hacer de esos discursos, discursos sociales verdaderamente responsables?

Quizás “le debamos mucho”…
Pero nunca olvidemos que “ellos nos deben mucho más”…


(*) Quien lo dice mucho mejor (una fuente riquísima a través de los años desde su publicación) es Eduardo Galeano en “Las Venas Abiertas de América Latina”.

3 comentarios:

Marcos dijo...

¡Excelente texto Ita! Muy copado y muy cierto. El discurso de la Modernidad pareciera querer instalarse una y otra vez haciéndonos ver los mismos "espejitos de colores" de siempre.
En Posadas, por ejemplo, la Modernidad trajo una costanera hermosa, es cierto, pero que a la vez destruyó los barrios costeros e instaló a la fuerza a sus vecinos en las zonas periféricas de la ciudad. ¿Y todo por qué? Porque la Modernidad debía llegar a la Capital misionera.
Como siempre, la Modernidad, el lujo, es para pocos. Los muchos, los humildes, la ven pasar de costado, o por encima suyo...

Sara Ingrid dijo...

Ita, interesante tu texto, un discurso que se repite una y otra vez por doquier, que vale la pena tenerlo en cuenta.
Me quedo con la frase que decis que cada uno piensa y escribe desde sus experiencias, conocimientos y demás, y que no somos nadie para decir si tal o cual cosa es la correcto o no.
Pero no todos lamentablemente cumplen eso, la gran mayoría habla sin fundamentos y lo que veo que reproducen lo que se dice por ahi. No estoy ni en contra ni a favor de lo que pasó en la zona, como dice marcos, de la costanera, pero si tanto se critica, que no la usen, y que trabajen por ayudar a esa gente, que vivan como ellos, y que esten ahi... ahhh eso no lo van a hacer, nadie es tonto no? Es más si te descuidas estan trabajando con proyectos que financia el gobierno, unicamente para mantener la situación, no para revertila.
No seamos ingenuos, y si estan en contra de la modernidad pues vivan en una isla... no creen??
Esto no es contra nadie, solo que me cansé de los pateticos discursos que se repiten una y otra vez dentro de la facultad y fuera.
Creo que como comunicadores debemos ser críticos ante estos discursos (que creemos ciertos), ponerlos en evidencia, y tratar de hacer los propios.
Un beso.

Marcos dijo...

De acuerdo. Discursos que se repiten, es cierto. Por un lado, las bellezas de la Modernidad, por el otro, la pseudo Conciencia Social. En el medio, como siempre, la gente.
No creo que haga falta irse a vivir a los barrios con los relocalizados para tener un cachito de consideración para con ellos. La Costanera es muy linda, por cierto, pero no hay que olvidarse del costo social que aún está teniendo.
Pero tampoco, me parece, hay que irse a vivir a una isla. Es decir, esa figura de "laaaa Modeeeernidaaaadd" no son más que decisiones políticas, tomdas por personas que también podrían elegir ir por otro camino. Decisiones, digo, como aquella que resultó acabando con los barrios costeros por instalar un coqueto paseo. Quienes gobiernan deciden si seguir vendiendo los "avances" (¿avance con relación a qué? ¿cuál es la evolución? ¿quién dice qué es la evolución?) o si llevar a cabo políticas más o menos justas para todos. Creo, en todo caso, que si haber construído semejante obra significó las relocalizaciones, entonces deberían haber pensado antes los costos sociales, no sólo los económicos.
En fin, como ciudadano posadeño, uno hace uso de la Costanera, está claro. Pero como Comunicador Social ya deja de pensarla como un mero paseo y la vé como el reflejo de un proyecto de provincia inequitativo.
En fín, está en cada uno seguir construyendo el discurso que quiere.
Lindo espacio de debate muchachada, algo que falta: que circulen ideas.
Saludos