martes, 31 de diciembre de 2013
2014, por otro año para recordar
Me abstengo a
las recurrentes quejas y críticas dirigidas a los que solemos hacer memorables
los finales de años. Son momentos en los que podemos compartir una especie de
“resumen de memoria”, como me gusta decir, de lo que hemos sido durante un
pequeño lapso del tiempo. Por supuesto que pretendemos recordar las cosas como
han sido, pero más nos encanta traerlas a escena de modo que queden mejor en
nuestros discursos. Discúlpenme, entonces, mi selectiva falta de memoria. Así
es que creo que la necesidad de decirte que estás, es tan necesaria en tiempos
de redundancias de finales de año, de ciclos, de idas y vueltas, en tiempos
donde decimos poco no por falta de palabras, sino por falta de memorias que nos
justifican tantas veces los descuidos.
Y recuerdo, hago
un esfuerzo, me gustaría comenzar con alguna frase pomposa –de citas que nunca
cito- con las que me encontré este año. Reciclo cosas de ayer. Capaz este texto
ni siquiera sea de mi autoría, por supuesto, como una caradurez mía hacía todo
lo que somos a partir de los otros.
Me suele pasar
en estos años que uno nuevo me encuentra entreverada con el anterior,
acarreando esos mismos libros, historias de ayer, mi mochila de siempre a medio
armar. Pero no me hago mucho drama, es que estoy segura que las distinciones de
un año hacia el otro son meros acuerdos formales para que no nos perdamos en
los tiempos, para que nos sirvan de mapas guías. Porque de lo que estoy segura
que un cambio de año nada tiene que ver con cambios tajantes, idas al gimnasio
(pago por año adelantado), nuevas dietas alimenticias y de otros amores. Es que
vamos siendo lo que somos cada día, porque ya mañana quizás me olvide. Y es así
que nos encontramos entreverados, vos y yo, en los años y en la vida – y seguramente
en todo eso que vendrá. Y es por esto que estoy cada vez más confiada en que
los límites y las fronteras son más costosos de distinguir, de (sobre) vivir.
En (su) fin (al),
el 2013 es otro año para recordar, que nos ha posibilitado, sobre todo,
proyecciones, un empujón para adelante, que implica un mayor compromiso con
nosotros mismos porque todo está siendo en el proceso. Proyectamos ¿ahora
comenzamos?
Un año en el que
sume eternamente felicidades, que no me alcanzan con los dedos de la mano ni
los centímetros del corazón para contarlas, que se me ensanchó de pura
felicidad para siempre.
Un año en el que
me (re) encontré con personas profundamente solidarias, comprensivas. Un año en
el que pudimos volver hacia lo más sencillo y abarcador, hacia el disfrute del
encuentro con el otro. Un año en que nos encontró cada momento que quisimos.
Porque habíamos descubierto que los encuentros con el otro eran
autogestionados, y nada tenían que ver con eventos creados en redes sociales, sino
con el deseo de vernos en los ojos del otro. Un año en que me mostró lo
maravilloso de habernos encontrado. Eso era lo que a mi me gustaba llamarle
destino.
Un año en el que
por primera vez – y por suerte, solamente por unos momentos- le vi la cara al
miedo. Y no nos queremos volver a cruzar nunca más. No le caí para nada bien.
Yo ya lo olvidé.
Un año en que me
golpeó el darme cuenta que la crítica constante no es revisionista y que tantas
veces carece de buenas intensiones. Definitivamente, no sirve, no construye y
no dignifica. Sigo pensando en que debemos quitarnos la armadura desde la cual
señalamos todo, bajar un cambio, relajarse, que el otro que tanto criticás también
tiene tu mismo derecho a seguir andando
Un año en que me
demostró que debemos continuar con la vigilancia a los que todo el tiempo ven
los vasos medios vacíos ¿Acaso no se toman unos días, unos vasos?
Un año en que me
encontré con que las decisiones que hemos tomado nos han colocado en este lugar
y que ese lugar es uno entre tantos otros donde podemos estar, si es que
seguimos en la búsqueda.
Otro año en que
destaco y celebro el tiempo del otro-de vos- al dedicarle a mis líneas.
Y me fui dando
cuenta que el cambio de los años tiene una gran importancia, son rituales
necesarios para no perdernos. Pero sin embargo, cada vez desconfío más en la
responsabilidad que le damos a los cambios de almanaques como cambios de vida
de un tirón de papel ilustrado con olor a nuevo.
Un año en que
caí en la cuenta de lo perdidos que estamos cuando el amor por el otro nos deja
de incomodar. ¿Dónde estamos parados, para donde vamos? Pero fundamentalmente,
¿qué hemos sentido verdaderamente?
Y los teléfonos
no paran de sonar, los mails llegan por decenas, nos etiquetan en fotos de ayer
que pareciera que ya no somos. Nunca pensé que una etiqueta tendría tanto
valor. Sí, esas etiquetas que encierran en cuadraditos nuestros rostros ¿será
que estas etiquetas sí están libres de preconceptos? Y nos desbordamos de
solicitudes de amistad ¿desde cuándo ser amigos se corresponde con una
notificación –aceptar, eliminar, decidir más tarde? En tiempos donde todo
pareciera que debe ser notificado, avisado, alarmado ¿alarmante? Yo te invito a
encontrarnos en cualquier lugar.
2013 te me vas a
medio armar pero repleto, cargado de sueños, amores y felicidad.
¡Bienvenido
2014! Por un año en que no debamos justificar una y otra vez porque estamos
acá, que lo puedan ver en nuestros ojos, nuestras acciones, nuestro andar. 2014
¿nos damos tiempo o vivimos en encrucijadas?
¡Amigos,
excelente nuevo año!
De Unknown en 8:56 0 comentarios
Etiquetas: 2013, 2014, año nuevo, año para recordar
lunes, 19 de agosto de 2013
Mis cien publicaciones en trece pares
Y cumplo cien publicaciones. Y
cumplí veintiséis. ¿Será tiempo de enumerarnos? ¿Seguir rayando con palitos la
pared, con barras y porotos?
I. Las palabras en frases festivas
deberían salir de mí.
II. Las veces en que creí volver
III. Las veces en que creí no
mentir
IV. Los días en que te perdí.
V Mano llena, corazón contento.
Cumplo cien años, veintiséis
publicaciones. Este año nos encontró entreverados con el anterior. Y las
fronteras entre uno y los otros (y entre nosotros) no se llegan a notar.
VI. Yo me perdía en tus besos. Y
cuando nos mirábamos a los ojos ya nada pudo ser igual.
VII. Vos te perdías en las importancias de los finales.
VIII. Yo me conformaba con esos
primeros mates de la mañana.
IX. Me resultaban tan deliciosos
como encontrarte en mis palabras.
X. Vos te negabas a una siesta
continuada.
Mis publicaciones me hablan de mis
años, doce, dieciocho, tres, veintitantos. Y es así, una se resiste a seguir
andando como si nada sin la necesidad de ponernos a narrar.
XI. Entraste en mi vida en cámara
lenta.
XII. Nunca filmamos los inicios.
XIII. Siempre están bien enfocados los
finales.
XIV. Cumplíamos pero nos mezquinábamos
los créditos.
XV. Nuestra historia es canción
para cortina de filmación de fiesta de quinceañera.
Mis años me encuentran con mis
palabras. Y se que te vas a quedar en mi memoria porque te volviste canción. Inmemorial.
Mis años me enamoraron con su soledad
que es tan parecida a la mía, que está tan perdida como la mía. XVI.
Mis años me enamoraron con su soledad,
la que me dio la silla para esperarnos. XVII.
Mis años me enamaron con su soledad,
la que me miraba a los ojos y me largaba el humo del pucho en la cara. XVIII.
Mis años me enamoraron con su
soledad, al igual que de mentiras me había enamorado de algunos años. XIX
XX. El primer amor jamás se
termina.
Conté dos décadas, un lustro y sumamos
una rayita. Notamos que cada una de mis palabras hablaban de vos.
XXI. No nos permitimos no siquiera
hablar de amor, poder problematizarlo, hacerle un par de preguntas.
XXII. Creemos que nos encontramos
tan avanzados que no nos permitimos ese tipo de flaquezas, debilidades.
XXIII. ¡Qué las tengan los otros!
Los que viven del sentido común.
XIV. Son como objetivos pelotudos
que nos ponemos.
XV. Tenemos que hacer tal cosa y
vamos, hinchamos, pinchamos, hasta que forzados, nos salga.
Y últimamente volví a no entender
nada. Si algo tiene sentido entre nosotros, ese sentido te lo debo. No cargo mi
mochila de sentidos, la tengo perdida hace rato.
Seguimos mintiéndonos y diciendo la
verdad, sin distinguir grandes rasgos entre unos y otros. Nada nos pertenecía,
es decir, nada del otro. Pero íbamos cada vez más profundo y no sentíamos nada.
No abríamos los ojos.
Sin embargo, aquí estás ¡XXVI! Y
creo q es hora de levantar la copa, los brazos, la mirada. Y continuar, siempre
para ese lugar que nos sigue encontrando pese a los años que no supimos contar.
18 de agosto de 2013
De Unknown en 20:44 0 comentarios
Etiquetas: años, cien años, cumplir, fiestas, filmar, finales, frases célebres, palabras, quinceañera, veintiseis años
miércoles, 24 de julio de 2013
Unos, Ceros: por cada click invertido
Caracteres. Ceros y unos. Entre eso andamos insertos. Insertos como chips
y esperando.
Se sentaba todas
las siestas y las noches esperándola a ella. Eran sus modos de conectarse, de
poder estar juntos ¿Quién iba a decidir hoy en los mundos en los que andamos
que es lo real y lo que tiene sentido? A veces no necesitábamos tocarnos para
entendernos. Y a veces cuando nos tocamos no sentimos nada. Prefería ese sutil
placer de los dedos al teclear, nada de su cuerpo era tan placentero para él
como ese sentido que se extendía. No había más que ceros y unos, camuflados en bellas
realidades en alta definición.
Así andamos, solitarios. Solos con nuestros dedos, con nuestros sentidos.
Habías sido real mientras que nunca nos habíamos visto. Ahí eras
magnífico, me encantaba cómo te creabas, me desarmabas, me desnudabas de
palabras aunque sólo pudiera leerte. Ahí podíamos llegar, y los otros se iban
desvaneciendo. Eso creíamos, porque los otros tenían sus propios espacios para
nada incómodos, podíamos ser muchos otros al mismo tiempo. Eso nos encantaba.
De eso hablábamos. Eso éramos.
De esa manera, te seguía en cada movimiento. No te esperaba a la salida
de tu casa ni del trabajo. Menos iba al mismo boliche que vos ni concurría al
mismo supermercado. Pero podía seguirte, espiarte íntimamente aunque lo que
hacías era público. Así sabía todo lo que te gustaba, qué discos nuevos tenías,
que estabas escuchando o leyendo, qué línea política preferías y cuál era tu
árbol genealógico, sobre tus amigos, de qué estabas hablando en ese momento, o
lo que estabas comiendo. Sí, sabía todo sobre vos. Todo lo que mostrabas ¿acaso
no es así en todos los espacios? ¿Cuánto mostramos al otro? Y pensé que no
variaba demasiado de lo que mostramos en una red social. Acaso acá también
vivimos, dormimos, nos instalamos, construimos.
¿Hace cuanto no nos miramos a los ojos? Si te veo y no puedo despegarme
de tu mirada. Pero acá nos miramos reflejados en nuestras propias soledades en
una pantalla que brilla, que nunca se apaga, que nunca termina. Y es así que
algunos creen aún que nos miramos ¿Pero
si somos bellos mostrando nuestros mejores lados, perfeccionados con cada click
invertido?
Así nos encontramos tan desnudos y desprovistos de nuestras mejores fotos.
Y si no te reconozco cuando nos encontremos en esa parada de colectivos es
porque resulta interesantísimo hacerme el interesante. Vos sabes que yo se. Yo
se que vos sabes. No importa, es mejor ser totalmente en otros lados, donde
todo pueda ser apagado, donde todo pueda ser sobreactuado.
De Unknown en 10:33 0 comentarios
Etiquetas: ceros, click, dedos, encontrarse, escribir, red social, ser otros, unos
lunes, 8 de julio de 2013
Cuentos dentro de cuentos
Creo que al
salvarme en tus días, yo te empuje un poco.
Creo que al
salvarme en tus días, me empuje a mi misma hacia más cuentos dentro de cuentos.
Creo que nos
apretujamos. Creo que en esos momentos resumimos nuestra felicidad. Creo que es
lo único que vale entre nosotros dos.
Ya lo sabemos, perdí.
Ahora ninguna de tus nuevas palabras me pertenecen.
Perdí, pero al
hacerlo, me encontré –lejana- pero más libre.
No me importa
ser evidente, no me interesa quedar mal o bien esta vez y que en cada palabra
estés vos. ¿Para qué ocultarlo? ¿Para quién, para quiénes? Acá solo me
encuentro con mis palabras.
Sin embargo, a
mi no me dolió nada. Y eso fue lo que lastimó: que nada haya existido, y que
todo nos haya confundido sin explicaciones. Y ya no reconozco si éstas son mis
verdaderas palabras o las saqué de un muro prestado.
No te olvides
que mentís al igual que yo. Y mentís amor, igual que yo ¿qué nos diferencia? En
qué vos te crees cada palabra, y yo me creí cada beso. Pero, otra vez ¿Qué es
lo que nos diferencia? Lo que nos diferencia es lo que nos aleja: lo que nos
hace ser lo que no somos y lo que no seremos nunca.
Me alejo, debo
correrme de lugar, mutar, desaparecer mientras observo lo que pasa afuera. Ella
tan poco yo, por suerte. Y vos: tan otro, en buena hora, pensé
No espero, y sin
embargo nos encontramos sentados muy cómodos mirando el ayer. No podemos
negarlo: nos vamos a esperar a cada momento como si fuera que alguna vez vamos
a cruzarnos en nuestro destino, dejar mochilas y hacer como si
verdaderamente ya nada importe. Te
aclaro, los tiempos de películas son de otro tiempo, al igual de lo que soles
escribir escondidos bajo garabatos.
Así es, confío
que volveremos cuando nos olvidemos porque seguramente nuestro destino esté
abierto, así como nuestros días juntos y toda esa historia que nos debemos. El
resto es cuento, cuentos dentro de cuentos.
martes, 21 de mayo de 2013
Cada vez que se nos mojan los pies
Otra vez llueve. Es la oportunidad para
encontrarnos pero sigo atornillada a mi silla. Y me quiero acercar a vos pero
no puedo. Empujo la silla, me inclino, me mareo. A veces caigo. Y me quiero
acercar a vos pero no me dejás. No me dejás de ninguna manera: no puedo ir a
buscarte, pero no me dejás, no me soltás, nos atamos las manos cada vez que nos
mentimos adiós.
Llueve y nos miramos en películas. Los malos en los
films son los mismos personajes que en nuestras historias. Ellos no tienen
escrúpulos. ¿Acaso dije escrúpulos? Creo que miro demasiadas de esas películas.
Cabe destacar igualmente que los malos de película a veces cambian y no por eso
en ese momento pasan a ser mentiras todo lo que dijeron. Es decir, todo lo que
fueron.
La película va pasando. “Me gustaría besarte en
cualquier lugar”, le dice. “Me gustaría quedarme entre tus brazos hasta que nos
escapemos y sigamos mirándonos a los ojos”, sentencia. “Me gustaría poder
decirte esto y que me escuches”, asegura. “Me gustaría que sólo por unos
minutos hubiéramos podido cambiar. Y hoy estaríamos en otros lugares; y hoy al
menos hubiéramos sabido cómo era el otro”, reclama.
Decir, sentenciar, asegurar, reclamar. Siempre hay
más peros en el decir.
Admito que luego me dormí en la película. Es que la
película entre nosotros fue pasando, pasando y ¿pasó?
Creo que todas mis palabras te suenan a falsas. Pero
no puedo salirme de este ciclo. No quiero que te salgas de mi vida. Te quiero
en mí, te quiero aquí. No quiero que te vayas. Esto me suena a que lo saqué de
alguna película. Capaz por eso siempre mis palabras te suenan falsas.
Puse pausa, igualmente la película siguió su curso
mientras que escuchaba llover afuera. Él apareció de repente y le gritó: “no se
querer de otra manera, no se retenerte, no se alejarme, no se mirarte detrás de
mi vida, en el pasado. No te puedo dejar de ir. Te quiero tener entre mi
aliento, entre mi destino.”
Ella se tapaba los oídos. Ella no entendía nada.
Susurraba una y otra vez: “No se escribir con palabras raras”. Y rápidamente pensó:
“No se decir lo que no sienta y es por eso que caigo, me equivoco, tiemblo. Es
por eso que te pierdo, que te extraño y no podemos estar juntos. No se decirlo
de otra forma.”
Suspendo la película. Ya teníamos demasiado con
nuestro hacer cotidiano para más escenas armadas. Es que te me aparecías entre
las escenas, salías de la pantalla, me hablabas, me olvidabas. Hubiera querido
decirte que te hubiera querido en mis días, que hubiera querido tu sonrisa inolvidable cada vez que pudiera (hecha un bollito en mi
bolsillo de la campera de siempre)
Pero en eso que soy, estoy. Lo que viste aquella
vez que nos mojamos los pies. Es en eso que soy, estoy. Soy ese fantasma a la
mañana, la mala de la película cuando me alejo y te digo que te necesito.
Si. Soy eso y capaz nada más. No sigo siendo yo.
Soy el fuego que se fue. No creo en las cenizas. No me lo creo. Y no creas en
mi cuando te necesite.
Me mareo entre las oleadas del deseo. Afuera llueve
y no estamos.
No nos pertenecemos. No nos perteneceremos jamás. Y
eso no nos quita el deseo por el otro. Eso no borra las huellas de tus manos.
Y te recuerdo cada noche. Y vos me pensás en cada
otro beso que das.
Cierro los ojos. Quizá este dormida. Necesito
sentir tu presencia, preciso volver a tu ausencia. Recurro a tu olvido, a tu
permiso para dejarte a un lado cuando veo que ya no podemos manejar más la
situación.
Si, es verdad. Escarbe para llegar hasta vos. Y no
puedo. Y me pierdo. Y no podemos ser. Te hago mal. Lo se. Te miento. Lo se. Me
esquivas. Lo se. Nos evitamos. Nos buscamos. No nos decidimos a decirnos adiós,
a admitir que esto ya no puede ser.
Seguramente seguiremos enamorándonos del otro cada
vez que nos veamos. Y seguramente cada vez que nos veamos luego de largo rato no podremos evitar querernos
hasta el último segundo. Y en el volver a vernos en el cotidiano, nos lastime
los pies de esperar. ¡Pará un poco! ¡La película terminó hace más de una hora!
Recurro a tu presencia alternada en mi vida. Y cada
vez que nos duele, otra vez nos deseamos, y nos alejamos un tiempo para volver curados.
Todo sólo para tirar ese tiempo de cicatrización al tacho.
¿Y vale nuestro amor para volver malheridos siempre
escondidos?
¿Y vale nuestro amor el escondernos cada vez que el
otro nos llame?
¿Y vale nuestro amor el que siempre sepamos que
faltan cinco minutos para el recreo?
¿Y vale nuestro amor el darlo a otros el que
merecemos nosotros?
¿Y vale nuestro amor que te mienta cada segundo
para que siga existiendo?
Nunca te mentí excepto cuando me admití no cobarde.
Se que vas a volver a desaparecer. Se que haré
siempre las mismas preguntas que no querés escuchar. Suelo hacer todas las
cosas mal.
Llueve y se me vienen las ganas de verte.
Eternamente posible en mis días y en mi olvido.
De Unknown en 19:26 0 comentarios
Etiquetas: deseo, escondernos, films, lluvia, malos de pelicula, mojarse, peliculas, perderse, pies
jueves, 18 de abril de 2013
Dientes y miradas mordidas
Pero tenemos más de siestas que de representación de
lo real.
¿Y si no sabemos que son las siestas? ¿Cuánto nos
queda por sentir aún?
Nuevamente no puedo nombrarte. Parece que esto es
recurrente para mí.
Quería hablar tu lengua, así (nos) entremezclamos en
lo que somos, en lo que pretendemos ser. El detalle es: que nos elijan nos
encanta, nos encandila en la oscuridad de lo que somos, buscamos eso y hacemos
todo lo posible para que así sea. No me importás, no te importo. Solo quiero
que me elijas.
El único sonido que te reconozco es el de mi
imaginación al reír, al escuchar lo que yo mismo escucho. Nuestras palabras no
existen más allá de lo breve del tacto.
Me perdí en las frases que sólo puedo entender
mediante 10011101011010101111.
¿Nuevamente las mismas frases hechas?
Me pierdo Pasado.
Y me das mil explicaciones
innecesarias. Y de las que necesito, ni rastros. Me mareas entre tanta espuma
que se desparrama cuando me contás tus hazañas. Y son objetivos que no
entiendo. Y son cosas que prometiste no hacer (me) y te moris de ganas, quedas
ciego de ganas.
Y qué
habrá detrás de todo lo que nos decimos. ¿nos mordemos los labios? Prefiero
morder los tuyos.
domingo, 10 de febrero de 2013
Somos meros documentos de Word. Pero somos.
Me
detengo –siempre estoy en el mismo lugar- necesito escribir la farsa actual
entre vos y yo. Somos farsa. Pero somos. Soy lo que vos me dejas ser, y vos
siempre podés ser más de lo que pensas que sos.
Es
mentira la verdad y existió en cada momento,
en cada lugar, en cada espacio que transitamos. Es mentira la verdad y
existió porque solamente así todo se volvía realidad entre nosotros.
Cuando
te escribo nos podemos encontrar en
cualquier lugar: eso es lo de menos. Lo que importa es el deseo de encontrarnos
porque a partir de ahí todo queda en manos del destino (me gusta delegarle
obligaciones). El sí que quiere y se empecina en juntarnos entre tanto barullo,
entre tanta ciudad vacía y rellenada de a pocos y de a nada.
Me gustas porque nuestros besos son siempre los últimos.
Me gustas porque hago puntitas de pie para alcanzarlos.
Me gustas por cómo tus brazos me rodean.
Me gustas porque me empecino en encontrarte y me
entretiene buscarte.
Me gustas por lo poco que se de vos y lo que te conozco.
Me gustas por lo eternamente inocente de nuestros
proyectos ¿son míos?
Me gustas por la forma en que no compartís lo que creo que
es la verdad.
Me gustas aunque ahora somos meros documentos de Word.
Pero somos.
Es el
deseo el que me trajo hasta acá. El me moviliza. Sin él no somos nada. El deseo
me lleva hasta tu lectura, hasta los versos de otros para
decirte lo que no puede ser pero es. Entre tus ojos descubro palabras que me
acercan -que nos acercan- como mezquinas gotas de ilusiones, de pasiones, de
deseos, de cosas que verdaderamente no se. Todo es mezquino: como vos y yo al
dar amor.
Pienso en resúmenes, así vivimos. Resumimos para acordarnos,
y así es que vivimos en el otro y vos podes vivir en mí. Y no iba a volver a
suceder. Las pequeñas cosas que logran ser grandes deseos nos encandilan si nos
miramos a los ojos. Y pareciera que no existiera nada más porque lo nuestro se
vuelve eterno cuando me resigno a no dejarte ir en mis palabras.
Los
pasillos de la vida se hacen rogar para encontrarnos: nos esquivan, nos
zarandean, nos olvidan solamente para que no caigamos que en la mañana
siguiente ya seremos los mismos.
Sabelo, sólo escribimos (y somos) fragmentos en documentos de Word
De Unknown en 16:59 0 comentarios
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viernes, 1 de febrero de 2013
Algunas canciones y cuentas de amores
Me había pasado el tiempo haciendo
pura cuentas de amores que no te enamoran (siempre podemos restar para sumar).
En este tiempo solías decirme que me amabas cada vez que me odiabas. Y cuando
empezabas a odiarme en serio, sabías que pronto nos olvidaríamos. Al hacer
estos recuentos me había olvidado de decirte tantas cosas, así como se me pasó
olvidarte (por mi propia conveniencia) se me pasó decirte todas esas cosas que
ninguno de los dos quiere oír. ¿Qué esperan? No las pensaba decir en esta
oportunidad.
Te sigo observando atravesando con veloces pasos mi cuerpo, mi alma, mi
aliento, mi egoísmo, mis tontas palabras, mis años. Y yo te atravesé por
completo al ser presencia en cada momento de tu esmero en olvidarme (que tan
bien te sale). No lo íbamos a saber hasta tiempo después de todo: lo nuestro era
más que lo que podemos sumar y restar con nuestros dedos y manos. Y aunque ellos
no crucen las plazas juntas, se entienden, se reconocen, aunque jamás se hayan
juntado.
Y pronunciaba carcajadas cada vez que su aliento me rozaba los dientes.
Nunca había sufrido de eso que llaman cosquillas hasta que descubrí que él se
concentraba tanto que me despertaba el deseo de saber qué tan concentrado
estaba y cómo podía hacer para que se perdiera y cayera distraído ante mi afán
por esquivar esos momentos.
Te desafíe. Te escribí esas canciones sin nombre que nos dedicamos cada
vez que quisimos olvidarnos. Y yo estaba en cada paso, en cada construcción (al
menos en el intento de no estar). Las
canciones fueron nuestras posibilidades de encontrarnos: las posibilidades del
amor y del deseo se resumían y se extendían en aquellas letras. Pero en estos
finales, tenía que confesarlo: las canciones habían sido tantas que poco a poco
fueron perdiendo sus versos, sus melodías, luego sus colores y al fin sus
sabores para solamente hablar de nosotros. Y habían perdido todo lo que les
pertenecían y nos entregaron el tiempo para nuestra historia.
Y jamás se te iba a ocurrir, pero cada noche nos acostábamos suspirando
por lo que fue y por lo que pudo haber sido. Lo que fue me lleva hasta vos, lo
que pudo haber sido, me marea entre todo lo que decís.
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