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viernes, 28 de marzo de 2008

Cada uno tiene un florero para sus flores

Habló de esas consecuencias que suelen aparecer después de ciertos hechos, y dijo: “es imposible no terminar siendo como los otros creen que uno es” (1), soltando una carcajada.
Pero no tenía ganas de reírme, le dije y muy convencida agregué: “tengo ganas de ser normal”. Está más que claro que no nos alcanzará el tiempo para serlo, no hay ejemplos a nuestro alrededor que nos sirvan de guía. Entonces, digamos mucho que nada tenga que ver con la verdad, así nos confundimos más y nos creemos algo que no somos ni seremos Nunca.
Por cierto, los cambios no llegarán porque no creés en ellos y porque yo jamás creeré en vos. Pero no te preocupes, no pasa nada. El tiempo siempre dice mucho más de nosotros que de todo “el resto”; esa será nuestra sentencia.
Vivimos dentro de nuestras creencias, y solemos no poder escapar de las moralejas; siempre nos pesan en la espalda. Y sí, ¡a cargar con ellas si tenemos suerte!
¿Qué tan buenos pensamos que somos?
Quisiste creer lo que tenías ganas, escuchaste lo primero que te confió el viento, pensaste lo peor porque siempre es lo más fácil, golpeaste al que se supone debería ser el más débil y un culpable en potencia.
¿Hasta qué punto podemos mentirnos de verdad?

Decididos a contar cosas sobre nosotros mismos, y sobre personas que creemos que pertenecen a nuestras líneas de vida; con este poder, que nadie nos ha concedido, remarcamos el nombre y la conciencia del otro con nuestro nuevo don.
Ahí estamos: vos y yo, libres de culpas, echando piedras a la mochila del Otro. De nada nos servirá parar un toque y decirnos algo, ¡estamos libres de culpas! ¡Cómo pensar si no tiene nada que ver!
Y de esta manera, iba creyendo que existían personas que no se confundían, y como si no fuera posible la casualidad, de nuevo nos cruzamos. Recordé que durante un breve lapso de tiempo fuiste una buena muestra de “normalidad” para mí. Pero ahora te da miedo que te toque las piernas. Pensás, estoy segura, que soy capaz de morderte. Te confieso que aunque sea muy fuerte la tentación, no temas, no me queda tiempo por perder.
Sin embargo, parece que ya no com-b(v)ino (pero sí con fernet) la moral con el color de la bombacha, ¿no? Hice una nota de aviso que decía que esto iba a terminar mal, pero pensaste que era como vos, que no me confundía.
Pero… ¿por qué lo mirás así de reojo y con tanto deseo? ¿¡Qué!? Te encantaría hacer lo mismo ¿no? Y matar a esos raedores de mierda que viven en tu cabeza y así, poder disfrutar. Y te hablo de disfrutar en serio, no ese goce que viene pasando de generación en generación en tu entorno y que tan pasado de moda está. Todos sabemos que las modas se imponen mucho en estos tiempos, pero estas hablan más de nosotros que de esas modelitos escuálidas que perseguís y que tienen tanto de antimoda como todo lo que reprimís dentro.
Te encantaría hacer lo mismo, pero no. Es más fácil aparentar que dejar hacer. ¡Al menos eso! Dejar hacer al Otro lo que quiera. Pero, ¿por qué lo espías? Te involucrás en un juego que ya empezó. ¡Hacé la tuya querido! El morbo es moneda corriente pero siempre corre en su contra.


1- “Memorias de mis putas tristes”; Gabriel García Márquez


1 comentarios:

Leandro dijo...

HOLA ITA!
Pase por aqui, y me gusta bastante esto que escribiste, es como que hay que no hay que preocuparse por los demas o algo asi jeje..
En realidad creo que la mejor manera es bañarse en aceite y dejar que las banalidades te resbalen no? Bueno en fin, demasiada filosofia pa estar en el cyber pos resaca
un abrazo!